17.10.13

Efectos secundarios.

A continuación, después de la reflexión, hay una lista de los efectos secundarios de las medicinas que tomo, a lo que quiero llegar con todo esto es que en muchas ocasiones, y sin querer utilizarlo como excusa, los enfermos de larga duración nos volvemos personas apáticas, irritables, confusas, nos cuesta un poco más de lo normal hacer cualquier cosa. Además de lo que ya nos limita nuestra enfermedad, llevamos encima lo que los medicamentos que necesitamos para combatir los síntomas de lo grave, nos pueden causar.

Yo no tengo todos los efectos secundarios que aquí menciono, de hecho diría que sufro pocos de ellos, pero si que hay cosas que noto, que me hacen ser, en ocasiones, alguien que no soy.
En esos momentos en los que alzamos la voz, no podemos salir de la cama, tardamos más en reaccionar, no pensamos con claridad, en estos momentos en los que luchamos contra nosotros mismos, es cuando es aún más frustrante todo, porque al menos yo, noto como pierdo el control, como se me van algunas reacciones de las manos, veo, casi desde fuera, como cambio, como me vuelvo lento, irritable, poco razonable, o me pongo triste sin motivo. Veo cambios físicos de un día para otro, que pueden o no ser reales, y siento que no rindo todo lo que puedo, podía o debería rendir.
No es una excusa, no quiero un trato diferente, no necesito que me traten diferente, supongo que lo que no sé todavía, y ya debería saber, es lidiar con esto, llevarlo mejor y saber reconocer los momentos en los que las medicinas, la situación, se me va de las manos, sobre todo para avisar a la persona que tengo delante que sin quererlo se come estos estallidos, o estos momentos de ser más una planta que una persona que tengo.
He dejado de hablar en plural porque no sé cómo lo llevan los demás, porque de esto no suelo hablar con otros enfermos, al menos no a menudo, aunque igual debería hacerlo.
Lo peor de todas formas es la sensación de llevar un peso encima, algo que no te deja moverte a la velocidad adecuada, la sensación de no jugar en la misma liga que los demás.
No es excusa, la vida no espera a nadie y siempre tenemos que intentar ser lo mejor que podamos, aunque eso signifique conseguir alcanzar un ritmo similar a lo que éramos antes de la enfermedad y las medicinas.
Luego si no, siempre podemos ver “Quién quiere casarse con mi hijo” y ver que en el mundo hay gente que lo lleva mucho peor sin tomar nada.



Ahí van, LA LISTA, el festival, los efectos de tres de mis siete medicinas, las que tienen peores efectos.

1.

Dolor de cabeza, diarrea, acidez, gases, mayor crecimiento de vello en la cara, los brazos o la espalda (pero no en la cabeza, desgraciadamente), crecimiento de tejido adicional en las encías, acné, bochornos (además de los provocados por la estupidez inherente de la persona), temblor incontrolable de alguna parte del cuerpo, ardor u hormigueo en los brazos, manos, pies o piernas, dolor en los músculos o articulaciones, calambres, dolor o presión en la cara, problemas en el oído, agrandamiento de los senos en los hombres, depresión, dificultad para dormirse o permanecer dormido.
Estos eran los comunes, vamos con los graves y más raros:
Sangrado o moretones inusuales, piel pálida, coloración amarillenta en la piel o los ojos, convulsiones, pérdida del conocimiento, alteraciones del comportamiento o del estado de ánimo, dificultad para controlar los movimientos del cuerpo, alteraciones de la vista, confusión, sarpullido, manchas moradas en la piel, hinchazón en las manos, brazos, pies, tobillos o pantorrillas.
Estos son sólo los efectos secundarios de una de las 7 medicinas diarias. Vamos a repasar los de otra.
Osteoporosis, depresión, ansiedad, gastritis, hipertensión, ictus, hipotiroidismo, lesiones digestivas perforantes, hinchazón general, amenorrea y retinopatía, aumento del apetito, irritabilidad, insonmio, hinchazón en las extremidades inferiores, náuseas, debilidad muscular y mala cicatrización. Efectos que pueden permanecer años después del fin del tratamiento.



2.

Vómitos, diarrea, mareos, cansancio, agitación, dolor en las articulaciones, pérdida del cabello, cambios en la visión, urticarias, sarpullido, dificultad para respirar o tragar, hinchazón, ronquera, taquicardia, debilidad, palidez, insomnio, sangrado o moretones inusuales, sangrado al orinar (problemas de riñón en general), dolor de estómago o calambres, cefalea, confusión, comportamiento agresivo, dificultad para hablar, ardor o cosquilleo en brazos y piernas, incapacidad para mover partes del cuerpo, temblores, crisis convulsivas, pérdida de la conciencia.



3.


Muy raros: Diarrea acuosa, calambres de estómago y fiebre (estos son los síntomas de la infección que tratan con este antibiótico, en este caso al menos).
Convulsiones, cosquilleo, dolor o entumecimiento (neuropatía).
Raros: Erupciones graves en la piel, perdida de apetito, color amarillo en la piel y ojos y orina de color oscuro, estómago doloroso a la palpación. (Problemas hepáticos), aparición de hematomas, hipersensibilidad, hipoglucemia, alucinaciones, paranoia, cambios de opinión, depresión, inquietud, sueños anormales o pesadillas.
Vamos con el festival. FRECUENTES: Insomnio (one more time, y esto es un 3 de 3), dolor de cabeza (otro 3 de 3), infección por otras bacterias u hongos, estrés, ansiedad (mira otro repetido), confusión, nerviosismo, somnolencia, temblores, vértigo (cuando se repiten es cuando es más divertido).
Cambios en el sabor de las cosas, gases, dolor en la zona del estómago, prurito, dolor muscular o en las articulaciones, debilidad generalizada, trastornos en la vista o el oído, taquicardia, debilidad muscular (se repite también, no es que me repita yo)

Y en este caso los efectos siguen una página más del prospecto, pero son de los de 1 de cada 10.000 pacientes y no creo tener tan mala suerte.
Con esto os vais haciendo una idea.



10.10.13

Endorfinas contra la tristeza, Cabrales contra el dolor.

Es como una bola de mierda caliente y humeante latiendo dentro de ti, un nudo en la garganta, por muy típico que suene, ganas de hacer algo y no saber el qué, una sensación odiosa, pesada, gris.
Es un sentimiento opaco, no te deja pensar con claridad, no sabes reaccionar, no sé cómo reaccionar.
Da igual lo que hayas vivido anteriormente, da igual cuantas hostias te hayan dado, porque cuando una de ellas te pilla de improviso, en ayunas, despistado y quizá un poco vulnerable, la hostia te la llevas como si fuera la primera vez.
Aún no he comido hoy, sé que si como algo lo veré todo más claro, el queso da la felicidad y no es una amenaza pero tengo mucho queso en mi poder ahora mismo.
Hace que tu cuerpo parezca más pesado, tu cabeza más lenta y tú te vuelves más hostil, menos razonable. Podría matar a alguien con mis propias manos ahora mismo, pero esta sensación seguro que me haría dejarlo a la mitad porque la desidia y la tristeza siempre vienen juntas.
Me han dicho últimamente que no soy demasiado empático, que soy muy didáctico y racional cuando alguien me cuenta algo que le ha pasado, supongo que es parte porque sentimientos como este, esta tristeza extraña, me cuesta mucho compartirlos, porque casi siempre es irracional o no me creo con derecho a sentirla.
Soy una persona muy sensible, no me da miedo decirlo, los que me conocen bien lo saben, pero todos nos guardamos cosas, yo uso el blog, en ocasiones, como vía de escape de estos montones de mierda, si lo cuento aquí, si hablo de lo que siento, no tengo porque demostrarlo en persona, ya lo habrán leído los que lo tengan que haber leído.
El queso va haciendo su efecto, endorfinas contra la tristeza, cabrales contra el dolor.
Todo está un poco más claro. La sensación sigue ahí, pero ahora sabe diferente, huele diferente.


Voy a seguir comiendo, sólo quería dejar aquí un poco de mierda.

7.10.13

Isabel. Una hermana.

Tengo una hermana, bueno tengo dos hermanas y un hermano, pero hoy sólo hablaré de una de ellas, de la mayor, porque ayer fue su cumpleaños y soy un descastado y no le dije nada.
Soy un descastado y un despistado y bastante torpe.
Isabel, mi hermana, es una mujer con carácter, tanto como yo, de los cuatro hermanos podríamos decir que ella y yo siempre tenemos la culpa de lo que pasa en casa, bien porque la tengamos de verdad (ambos opinamos que pocas veces pasa) o porque discutimos casi siempre, sino como deporte, como una manera especial de comunicación, es un poco nuestro rollo, somos unos toca pelotas, ella lo negará y se estará riendo o cabreando, pero es porque tenemos convicciones fuertes y siempre tenemos razón.
Isabel es madre de tres hijos, dos niños y una niña. Tres niños brillantes, cada uno con un carácter totalmente distinto al otro, tres niños increíbles, los mejores sobrinos, en los que se reconoce la educación que les dan sus padres, sus abuelos y de vez en cuando, cuando vienen a España, sus tíos.
Mi hermana es desordenada, ella me miraría mal ahora mismo, me diría que menuda imagen doy, pero yo soy desordenado, como ella. Somos de estas personas que saben donde esta cada cosa aunque no esté en su sitio.
Nunca he hablado con Isabel directamente de algunas cosas que quiero compartir aquí, porque escribirlo es más fácil, y porque quiero que sepáis qué clase de mujer es mi hermana mayor.
Isabel estuvo lejos la primera vez que tuve leucemia, estaba dando a luz a Diego, el primero de mis sobrinos, y ella no sabe lo mucho que la eché de menos, sé que lo paso mal estando tan lejos, pero la razón era la mejor razón por la que no poder venir. Estuvo ahí, aún sin estar, eso es lo que importa al final. Sé que a mi hermana, por razones que no hace falta comentar, le dolía especialmente tener a un hermano en una situación tan grave como la mía, no me imagino el miedo que han pasado los que estaban a mi alrededor, el miedo que pasan, no me imagino el miedo que pasa ella.
Pero es esta segunda vez, en esta recaída, cuando está más presente, más encima, llamando, viniendo siempre que ha podido, quedándose en el hospital, como queriendo recuperar el tiempo perdido. No fue la única, mi madre y mis amigos me matan si no lo digo, todos me cuidaron muchísimo, pero este texto va sobre ella.
Promovió la donación de médula en su ciudad, donde no había ningún movimiento para ello, se puso en contacto con la Fundación Josep Carreras, estuvo siempre pendiente de las noticias, de otros enfermos, de darme información, me puso en contacto con los Pelones Peleones, me llamaba, me preguntaba. Muchas veces se ponía, se pone, un poco pesada “come sano”, “el ajo es buenísimo”, “he leído que las semillas de -nombre raro aquí- son buenísimas para las defensas”. Ahora me manda cosas de videos y bicis, cosas que me puedan gustar por Facebook o me lo comenta por teléfono.
La recuerdo en los días en la UCI, recuerdo poco de esos días, estaba muy drogado, pero tenerla ahí, que esta vez pudiera venir más tiempo, fue bueno, me hacía sentir bien tenerla cerca.
Me hace sentir bien cómo me mira cuando me ve fuera del hospital.
Me ayudó a tomar alguna decisión difícil, en un paseo por el río, sobre seguir o no haciendo algo que no sabía si iba a ser bueno para mí. Ella no se acordará de esto, porque no le dije lo importante que fue, pero bueno, ahí estuvo.
Soy un tipo bastante seco, no suelo dar muestras de afecto, no sé por qué soy así, pero bueno. Siempre me he sentido muy cercano a ella, no sé si lo sabe, no creo, pero creo que somos los más parecidos de los cuatro hermanos, al menos es en ella en la que veo más cosas parecidas a mi.
Quiero muchísimo a mi hermana Isabel, llevo prometiéndola que iré a Vichy a pasar unos días con ella y con mis sobrinos demasiado tiempo, y creo que el mes que viene me escapo a hacer de tio y hermano un poco.
No voy a decir la edad que tiene, porque está feo, pero hermana FELICIDADES

No te acostumbres a que diga tantas cosas buenas de ti.

Isabel no fue la única que estuvo, ni mucho menos, pero es a la que menos veo, y aunque no se lo diga, la echo de menos.

Hermana joder, ¡que te echo de menos!


24.9.13

La verdad en las palabras de un gordo pelirrojo sobre la soledad.

El otro día veía una entrevista aLouis C.K. en el programa de Conan, veía sólo un trozo que una amiga colgó en Facebook, no os penséis que busco en internet el late show de Conan para verlo todos los días. A Louis C.K. sí le veo siempre que puedo, es muy recomendable. En esta entrevista que le hacían Louis hablaba sobre los smartphones y el motivo por el que no quiere que sus hijas tengan uno, hablaba sobre la soledad, lo necesaria que es, con su tono siempre irónico, decía que los smartphones, además de negarnos la interacción humana a la hora de humillar a alguien, el ver el daño en directo que le hacemos, nos niegan la capacidad de abrazar la soledad, la certeza de que estamos solos, esa bola de tristeza y angustia que se nos hace en el estómago y nos recuerda que ser humano es precisamente eso, sentirse, de algún modo, solo.
Los smartphones no nos dejan ser, no nos dejan disfrutar de esta ola de tristeza que nuestro cuerpo contrarrestará con una oleada de felicidad.

Me he olvidado de lo que era estar solo en la habitación del hospital, aislado, de esos momentos de absoluta soledad, donde no sabía si alguien entendería lo que estaba pasando, esos momentos en los que, tumbado en la cama, con los cascos puestos, a oscuras, notaba mi cuerpo cada vez pesar más, cuando sentía que no había nada a mi alrededor, sólo oscuridad, incertidumbre y tristeza. Me he olvidado de esa sensación que venía después, cuando mi cuerpo era más pesado aún, cuando sólo el pitído de la máquina del suero se interponía en el silencio entre canciones, ese momento en el que una euforia absurda me golpeaba, en que sabía, con certeza, que todo iba a salir bien. Puede que durase sólo dos o tres minutos, pero joder, era una sensación increíble que no habría podido disfrutar si no me hubiera dejado llevar por la soledad y la tristeza.

Sé que me he olvidado de estos momentos, de esta soledad que llevamos dentro, porque he caído en el juego del smartphone, porque si estoy solo miro Twitter, hago una foto para Instagram, mando algún Line o WhatsApp, busco una interacción, que si soy sincero, no necesito.

Me he olvidado de cómo es estar solo, de enfrentarme a mis miedos con las manos metidas en los bolsillos, andando por la calle escuchando música sin pensar una gilipollez que tuitear, o ver si hay algún amigo con quien intercambiar unas palabras, o tumbado en la cama, a oscuras, sin leer, ni ver una película, sólo música, y esa sensación.
Me he olvidado y no debería haberlo hecho.

Pero es que, desgraciadamente o no, me he olvidado de muchas de las cosas que aprendí encerrado en una habitación de hospital.

Louie siempre suele tener razón.
Todos estamos solos.
Y no tiene nada de malo.


20.9.13

Incendios en La Central, una noche nueva.

Antes cuando el fuego no quemaba tanto, cuando todo era un poco más gris y los días pasaban mucho más despacio, me resultaba impensable llegar a disfrutar otra vez de cosas que estoy disfrutando hoy.
Antes, hace algunos años ya, los conciertos, las salidas, los bares, conocer gente nueva, no era nada especial, era rutina, lo que hacemos todos, por supuesto que lo disfrutaba, como el que más, pero no era nada especial, al menos no tan especial.
Ayer fui a un concierto en La Central, en el sótano, un espacio que hace las veces de bar, coctelería, sala de conciertos, se llama, en un alarde de originalidad, “El Garito”. Es una cueva pequeña con las paredes de ladrillo, tres arcos que separan los espacios, una tarima pequeña, muy pequeña como escenario, una barra estrecha al fondo de la sala y con un aforo, cómodo, para 60 personas.
Tocaban Incendios, un grupazo, escuchadlos. Son amigos de amigos, de hecho ocupo la habitación de uno de ellos que ha emigrado a EEUU en la casa a la que me acabo de ir a vivir, son de esa gente que sabes que va a pasar de vez en cuando por casa y agradeces que así sea.
Su música crea unas atmósferas complejas que crecen en el espacio y dentro de ti, con letras que provocan sensaciones e imágenes muy bien definidas, unas melodías que llenan cualquier espacio y forman paisajes, canciones que callan salas o las hacen gritar, dónde hasta los que hemos oído su disco una y otra vez, o los que ya los han visto y los conocen, se quedan callados esperando el momento de acompañar con un murmullo las potentes letras de Miguel Bellas, su cantante.
Ayer creí que iba a ser una noche normal, como cualquiera, y si lo analizáis probablemente no os parecerá nada del otro mundo, salí de casa, bebía algo vi un concierto, volví a casa. La verdad es que he hecho mil cosas desde que salí del hospital, llevo una vida casi normal, he viajado, he salido “de fiesta” alguna vez, pero ayer fue diferente.
Ayer salí, a ver un concierto, por primera vez desde que vivo otra vez en Madrid, es difícil de explicar. Supongo que es un poco como acelerar de golpe y estar más cerca del ritmo que lleváis vosotros, casi puedo estirar el brazo y tocar el hombro de los que vais delante, casi puedo beberme una copa, casi noto volver a estar en un bar, con amigos, bebiendo, riéndome, o en un festival, o en un concierto, o incluso tocando en directo.
Casi noto que todo es normal otra vez.
Supongo que la música de Incendios tiene algo que ver en todo esto, su disco salió justo cuando yo estaba descubriendo algo, a alguien, y todas las letras me recuerdan a decisiones y momentos de entonces. Letras que animan a arriesgarse, “saltar sin red y sin mirar atrás”, a esforzarse y tener fe, “porque otros han pasado por aquí”, que dicen que ahora estoy “mucho mejor, menos cansado” y con las que “sé que todo va a salir bien”.

Ayer salí, os podrá parecer una tontería, pero ayer salí.

9.9.13

Casi otoño.

Se acaba el calor, o debería al menos empezar a ser más soportable. Empieza a ser el momento en el que pueda dedicar más tiempo a curar heridas, a tratar más a fondo mis limitaciones, intentar otro año luchar contra la frustración de llevar un ritmo diferente, la mascarilla, las pastillas, el catéter, sentir que me muevo más despacio, que sólo veo vuestras nucas delante de mi, recordándome que voy tarde, que al menos sigo aquí, pero que soy el último en llegar y que aún no puedo ponerme a la altura.
Se hace más difícil cuando el imput que recibes del mundo exterior es como es, deformado, en el que todo es siempre mejor de lo que ha sido. Me cago en vuestras fotos de vacaciones, me cago en vuestros submarinismos, vuestros festivales, vuestras noches de fiesta.
Me cago en la puta vida que no puedo tener, y me cago en que a veces amargue la que tengo.
Luego se me pasa.
Se acaba el calor y se acaban las terrazas, los bares se van a llenar, la gente va a empezar a expulsar virus con cada tos, estornudo o beso, voy a empezar a ver gérmenes por todas partes, voy a empezar a tener miedo, y estoy un poco hasta los huevos de esta sensación, que poco a poco, creo, me estoy quitando de encima, pero no es fácil.
Odio el verano, odio el invierno, odio mis defensas deprimidas que me deprimen y me amargan.
Pero, siempre hay un pero, empiezan las noches en casa viendo una película, los días de cines medio vacíos a horas en las que los demás estáis trabajando, las cafeterías desconocidas con poca gente donde leer, los paseos abrigado, abrazado, agarrando su culo, los domingos por la mañana en la cama, tapado, abrazado, agarrando su culo.
Tenía la esperanza de viajar, de ir al norte, hablar otro idioma durante días, beber cerveza, ver amigos que hace años que sólo veo a través de una pantalla de ordenador, y tenía esa esperanza porque en el fondo soy imbécil, un imbécil optimista aunque vaya de lo contrario, que siempre piensa que en la próxima revisión le quitarían el catéter, alguna medicina, alguna limitación, pero no. Todo sigue, más o menos, igual.

Debería estar acostumbrado, debería ser todo más fácil, ya son casi dos años, ¿o son ya dos años? He perdido la cuenta.

No puedo evitar sentirme inferior, diferente, limitado, sentir que os movéis a un ritmo mucho más rápido que el mío.
No lo puedo evitar, pero intento hacerlo.


2.8.13

Lo que todos hemos pensado hoy en algún momento.

Viernes tarde y todos pensamos en lo mismo, ¿qué coño estoy haciendo yo aquí?.
Delante de la pantalla del ordenador, detrás de la barra de un bar atendiendo a algún gilipollas que no te va a dejar propina, en una tienda de ropa aguantando clientes estúpidos que piden tallas imposibles para ellos, por la calle de camino a casa después de currar o volviendo al turno de tarde después de comer.
Todos nos preguntamos lo mismo, todos los que aún no nos hemos metido en un horno metálico camino a la playa con el aire acondicionado a tope, no estamos esperando en Barajas, en una interminable cola de facturación o no nos relajamos en una terraza de cualquier bar que tengamos cerca, mientras nos reímos de quién sea que esté pasando por detrás de la amiga con la que hemos quedado y a la que queremos impresionar con nuestro ingenio, hiriente y odioso, con una ironía y una mala leche que lo que esconde es una inseguridad sobre compensada, casi siempre, sin motivo. Todos nosotros repetimos en nuestra cabeza una y otra vez, "¿qué coño estoy haciendo yo aquí?"
Pasan las horas despacio, hace calor, mañana es Sábado, será un día mejor, algunos tendremos que currar, pero será fin de semana, habrá un perro una mujer y buena comida, todo irá bien.
"Han caído muchos de nuestro bando", dice alguien en la canción que escucho y hoy para mi esa frase cobra muchos sentidos diferentes.
Veo muertos, literal y figuradamente, veo cerebros desconectados, fritos por el calor, cuerpos que han perdido batallas, contra sí mismos, contra enfermedades o contra impulsos incontrolables que les han llevado a una deriva física de la que salir, a determinadas alturas y edades, va a ser muy difícil.
Estoy sentado en un porche, a mi espalda se levanta un mural rojo, blanco y negro, "espacio de creación y cambio", rezan unas letras enormes que la gente lee al pasar mirando a través de mi, mientras yo me hago el despistado esperando que no me pregunten, que no se dirijan a mi, que no tengo la paciencia en su mejor momento. Hoy no quiero cruzarme con nadie conocido, hoy sólo quiero cama, un cuerpo caliente a mi lado y ya.
Una mujer pasa caminando por delante de mi, es esbelta, con unos tacones que acentúan unos gemelos y unos muslos trabajados, su culo sigue un ritmo preciso, un compás muy marcado por el paso apresurado del perro que tira de ella con un caminar nervioso hasta una de las esquinas del porche en el que estoy sentado. El pequeño chucho, un perro gris, peludo, mestizo, levanta una pata aparentemente distraído y marca con su orina una de las esquinas de hormigón gris, justo en el borde con la calle. La mujer me mira a través de sus gafas de sol y sonríe. Debe rondar los 40, bien conservada, con el pelo corto moreno, una cara con rasgos afilados y algunas arrugas no demasiado marcadas para la edad que le acabo de obligar a tener en mi cabeza. Sus labios, carnosos y con ese pequeño bulto en el labio superior que tienen algunas personas, dejan entrever unos dientes de fumadora que estropean un poco la armonía que le da al conjunto una tez bien cuidada y sin maquillar, que parece que el sol no ha tocado en años. Es una mujer atractiva y lo sabe, se siente bien en el vestido ajustado de una pieza que lleva. Le gusta pasear, ella no está pensando lo mismo que yo, ella sí sabe lo que hace aquí, está paseando su perro, su culo y sus aparentemente nuevas tetas. O eso me gusta pensar mientras la veo alejarse calle abajo y me invento una vida perfecta para ella y su perro, que he decidido se llamará Smith. 
Ella prosigue su camino, mi cabeza ya está en otro sitio, en otro perro, en otro culo, en manos de otra mujer.
Vuelvo a mi libro, miro el reloj, me quedan veinte minutos, ¿qué coño hago aquí?.
Hoy voy a salir del estudio sin pensar en nada que tenga que ver con cine documental, con finales de carrera, con edición o con una pantalla de ordenador, visor de cámara o justificación teórica. Voy a montarme en un autobús, camino a una ciudad en linea, con una mujer, un perro, una casa vacía, un parque, unos cuantos tomates ecológicos para que podamos creernos un poco superiores, más sanos, casi superhéroes, al cenar una ensalada cara justo antes de meternos en la cama. Voy a descansar, dejar que el calor me fría el cerebro, relajarme y no pensar en nada demasiado trascendental hasta mañana.
Entonces, sé que en ese momento la pregunta cambiará, por lo menos para mi y entonces dejaré de pensar "¿qué coño estoy haciendo aquí?" para tener claro que lo que estoy haciendo aquí es disfrutar de un coño. Y del verano. Y la calma. Y el amor.

Son ya las 17.30, y yo ya no pinto nada aquí.

17.7.13

Paula.

No soy muy dado a descripciones personales directas, bueno igual un poco sí, incluso a veces hago post dirigidos, pero me da la sensación de que nunca he sido tan directo como lo voy a ser esta vez.
Conocí a Paula hace unos meses, primero en la red, como un ente que me hacía mucha gracia en Twitter, ingeniosa, mordaz, divertida, llamaba la atención, a veces con tweets un poco absurdos otras veces con recomendaciones de música, ilustración o algún .gif curioso, gracias a ella además conocí Rhye, un grupazo.

Ella no me seguía al principio, me lo tuve que ganar, fue duro, pero al final vi el aviso en mi mail, "Paula te está siguiendo en Twitter", oye, me hizo ilusión qué queréis que os diga. Me cagué un poco encima. (Luego resulta, ahora que estamos juntos, que casi nunca me lee...)
Supongo que estas cosas empiezan un poco así, de ahí a mensajes directos, algún mail, yo cada vez más interesado y al final conseguimos quedar.
Fue una pasada, desde el primer día, hace ya unos meses, cuando quedamos a tomar un café y entró de golpe en mi vida. No me olvidaré nunca de su camisa, su colgante o su escote, que mire sin que ella lo notara. O eso creo.
Ella cambió muchas cosas sin saberlo, ese mismo día, me hizo verlo todo de otra manera, me hizo arriesgarme y mereció la pena.
Sin entrar en detalles ni etiquetas, sólo puedo decir que me gusta estar con ella, que la quiero, que esto que siento, lo que tenemos, es una pasada, algo que pensaba que no tendría ni sentiría por nadie. No sé, de pronto todo encaja.
Pero lo suyo es presentar a Paula, describirla, que entendáis por qué ha pasado esto, por qué me ha pasado esto.
Cuando miras a Pau lo primero en lo que te fijas, es en su sonrisa, enmarcada por su pelo corto, pelirrojo, con sus dientes brillando y dejando ver el piercing que lleva en el frenillo de la encía. Tiene unos ojos oscuros que te miran detrás de unas enormes gafas de pasta, algo rasgados y que acompañan la manera en la que ríe levantando sus cejas afiladas. 
Si continuas bajando la mirada verás un cuello esbelto donde normalmente hay algún colgante que lleva tu mirada directa a su escote, el gran escote de un pecho precioso, para que nos vamos a andar con rodeos, Paula tiene unas tetas muy bonitas. Si sigues bajando la mirada llegaras a la cintura y a la cadera, ella me miraría raro ahora, esperando a ver qué digo, lo único que os puedo contar sin que me mate es que cuando puse mis manos sobre ella por primera vez no me podía creer lo suave que era su piel, la forma preciosa que notaba con mis palmas mientras la besaba y acariciaba o cómo me gustaba notar la tela suave de la camisa en el dorso de mi mano a la vez que agarraba su cintura.
Sus muslos, su culo, sus pantorrillas, tatuadas con el estribillo de una de las canciones más importantes de mi vida, hacían que todo encajara poco a poco.
Paula es sin duda la mujer más preciosa que he tenido entre mis brazos, soy un tipo con suerte para estas cosas.
Fuera de lo físico, que no mencionaré más porque, como he dicho antes, me puede matar lentamente cuando lea esto, lo que más me llamó la atención de ella era lo propensa que es a la sonrisa, a la mirada directa, a la carcajada. Paula se sabe reír y eso no es algo que todo el mundo sepa hacer aunque parezca mentira. No sólo eso, ella es empática, inteligente, perspicaz, lista, quizá demasiado a veces, pero sobre todo es una mujer increíblemente generosa. Lo que sin duda es una de sus mayores virtudes y a la vez no. 
Paula lo da todo por los demás, se deja enmarronar, se preocupa, sufre y se hunde si alguien a quién quiere lo está pasando mal, se preocupa mucho más de los demás que de si misma y esto, estos días, le está pasando factura. Me encantaría encontrar una formula para que ella misma se vea un poco como la veo yo, como sé que la ven otros, que sea consciente de la imponente imagen que proyecta, de lo atractiva e interesante que es.

Para mi se ha convertido en un pilar, en algo importante, lleva poco tiempo en mi vida, pero de alguna manera la forma en la que ha entrado en ella, sin avisar, teniendo en cuenta todo lo que me pasa y no pidiendo nada a cambio mientras ella lo da todo, ha hecho que la necesite, que la quiera, que me enamore de ella (y yo estas palabras no las uso a la ligera). 
Paula desde el primer día comprendió todo, me ayudó más que mucha gente y aun no se como pagárselo. Lo que intento es que por mi parte todo para ella sea fácil, ser una vía de escape de los marrones que le puedan estar cayendo. Honestamente, no suelo conseguirlo y muchas veces soy un marrón más, pero estoy trabajando en mejorar mi carácter y mi situación.

Los días a su lado pasan a un ritmo diferente, siempre tengo ganas de verla, pienso en ella cuando no está, veo cosas que le gustarán y que quiero que compartamos y luego cuando al fin la veo siempre tiene algo nuevo que enseñarme. Es una de las mejores cosas de Paula, que siempre aprendo algo nuevo.


A día de hoy, no tengo claro si sabría vivir sin que ella, de alguna manera, siguiera en mi vida. 
Esto es así.

4.7.13

De la Calle del León a la Calle del Espíritu Santo.

Te levantas, has dormido poco, estás cansado, ayer el sexo se te fue de las manos una vez más y no pensaste que hoy tendrías que ir a trabajar.
Te metes en la ducha mientras ella se seca el pelo, está preciosa, no estas seguro de cuando ha salido de la cama pero crees recordar un beso y su piel húmeda dándote los buenos días.
El agua de la ducha está fría, en estos días de verano es lo mejor, en el baño se apilan distintos botes de gel y champú, esponjas de nuevos compañeros de piso, toallas húmedas, productos de belleza femeninos y cuchillas de afeitar. 
Todo es nuevo menos la sensación. Esto ya lo has hecho antes, no es la primera vez que te vas, no lo recuerdas exactamente, no es lo mismo que otras veces pero te resulta familiar. 
Una casa nueva una vez más.
Sales de la ducha y ella casi está lista, camisa blanca, con los dos últimos botones sin cerrar para que asome un poco el sujetador y la poca brisa que haya a estas horas la refresque un poco, tú lo agradeces, ese escote merece estar a la vista. Su falda corta vaquera deja ver unos muslos y unas piernas aun no oscurecidas por el sol, suaves, firmes y que terminan en unas Vans negras de lona. Es un privilegio poder verla desde el primer minuto del día, convierte lo jodido de madrugar en algo completamente diferente.
Ahora el espejo es tuyo, el catéter asoma de tu pecho, es un recordatorio constante de tu fragilidad, una fragilidad que hoy importa un poco menos, ayer todo fueron buenas noticias con tu médico y tienes un mes más de tregua, todo sigue bien. 
Te ves más delgado, más fuerte, las ojeras te las ganaste anoche a pulso, a golpe de cadera, lengua, sonrisa y bofetón, las agujetas tienen también algo que decir al respecto, pero son dolores agradecidos que te recuerdan que tu estado físico sólo va a mejor, igual que tu vida por mucho que seas un neurótico.
Terminas de vestirte, no hay tiempo para desayunar pero te da igual, bajas las escaleras de tu nuevo edificio y sales a tu nuevo barrio, que a estas horas es totalmente diferente a lo que viste ayer al llegar a casa. No quedan guiris borrachos, los bares están cerrados, sólo algún camión de reparto que atraviesa ruidoso y un par de viejos que no dejan pasar desapercibido el precioso escote de esa sonriente pelirroja con la que has salido del portal.
Esta es tu nueva rutina, podrás ir andando al trabajo, podrás despertarte algún día con ella, ya no estarás lejos de la ciudad donde pasa todo. No más coche, ni cercanías, por fin, de nuevo, tus pies y tu bici te van a llevar a cualquier parte.
Todo vuelve a empezar, después de dos años vuelves a una dinámica conocida que has echado de menos, en una ciudad a la que nunca quisiste volver y de la que ahora ya no quieres irte. Has echado un ancla o has terminado por aceptar la cadena que te pusieron al cuello y de la que ahora sólo queda un pastillero y un tubo blanco en tu pecho para recordarte todo lo que has pasado y lo que queda aún por pasar.
Cruzas Gran Via, ahora caminas sólo después de que ella se desviara hacía el metro y tú disfrutaras del espectáculo de verla caminar alejándose de ti, los tatuajes en sus gemelos siempre te hacen sonreír y ese culo no tiene precio. 
La calle Fuencarral a estas horas es incluso agradable y no ese hervidero de gente deseando gastarse dinero en el que se convertirá en unas horas. Disfrutas de tu café para llevar, poco a poco, aunque sea una mierda de cadena americana a la que juraste no volver, a estas horas, con este sueño y lo redonda que está siendo la mañana lo disfrutas. La música que suena en los cascos, la gente, sus caras de mierda en contraposición con tu sonrisa de gilipollas con la que dices a todo el mundo "joderos, mi mañana está siendo de puta madre" y la perspectiva de empezar a currar en el estudio otra vez y de una manera más regular, están terminado de ponerte de un buen humor bastante inusual en alguien con tu carácter, estás tan contento que hasta mandas un mensaje a tu ex para tomar un café con ella y ver cómo le va la vida, echas un poco de menos su sarcasmo y su buen humor en estas ocasiones.
Esta vez todo marcha bien, no hay un último giro de guión, no hay un pensamiento negativo, ni miedo, nada. Esta vez entras en el estudio, te sientas delante del ordenador y con la misma sonrisa con la que has salido de casa das al play, te tomas las nueve pastillas del tirón con un zúmo y como una persona normal te pones a currar.
Hoy parece que todo encaja que todo va a ir bien.

Porque, joder, quizá y sólo quizá, puede que todo vaya bien.

2.7.13

"Buenos días, puto gordo."

No sé si dice mucho de mi empezar un post citando a Almodovar, no soy demasiado fan de su trabajo, del primero si, "Entre tinieblas" es una locura, y de lo más reciente "Todo sobre mi madre" y "Volver" no están nada mal, pero he de admitir que me parece muy sobrevalorado. A lo que iba. Almodovar en una entrevista decía que "hay días en los que uno se levanta más gordo y más feo", tuve que darle la razón.
Hay días en los que la moral no sólo no acompaña sino que destruye todo el poco amor propio que puedes tener, sin saber exactamente si es por nervios o cansancio, o sólo porque has pisado con el pie equivocado al salir de la cama y el día se te ha torcido sin darte cuenta. 
Te miras en el espejo del baño justo antes de entrar en la ducha y sientes una pequeña lagrima descender por tu mejilla, figuradamente, que mata la poca autoestima que reservabas de lo guapo que te viste una vez, hace años. 
En este tipo de días lo que veo es un cuerpo destruido después de un largo periodo de inactividad, con un catéter asomando por el pecho, algunas cicatrices, ojeras por el cansancio y una cara derrotada que me devuelve una mirada somnolienta que parece decirme con desgana "Buenos días puto gordo, vaya pinta de mierda tienes hoy", este es el nivel de autoestima que se tiene en mañanas como estas.
La polla mas pequeña del mundo, la barba menos cuidada del país, la barriga más fea, las estrías mas horribles (os recuerdo que en el hospital tuve unos cambios de peso de 105kg cuando entre, 140kg al volver de la UCI y 80kg cuando salí, lo que peso ahora me lo voy a reservar porque es uno de esos días en los que creo que es demasiado, esos cambios de paso tan rápidos y radicales te joden la piel) unas ojeras como el cañón del Colorado, una piel enfermiza y blanquecina y un cuerpo sin tono muscular. Así me veo, así me vendo. 
Otros días tengo que admitir que me miro y lo que digo es "Joder, eres un puto dios dorado", no tengo claro si subo o bajo.
Estos días de poca autoestima cambian por completo tu manera de interactuar con el mundo, o sobrecompensas, te pones graciosillo, efusivo, nervioso, sin poder parar de hablar, o te hundes en la más absoluta miseria y tratas de pasar desapercibido.
Yo casi siempre que estoy en la víspera de una consulta, a la espera de resultados, como hoy, sin poderlo evitar, me inclino hacia pensamientos negativos, absurdos casi siempre y arrastro todo lo demás con ello.
Son días en los que no sabes si quieres estar acompañado, porque crees que eres un peñazo mientras miras a un punto perdido en la pared pensando que podrías perderlo todo en unas horas, o en los que te mueres de ganas de pasar la noche acompañado, porque podría ser la última. 
Esta manera de ver el mundo donde cada mes podría terminar todo empieza a ser agotadora.

Normalmente soy un tío bastante bueno, seguro de si mismo en algunas cosas y con toda la vida por delante, pero hoy y cada mes por lo menos un día, soy un enfermo, gordo, cansado, al que puede que sólo le queden unas pocas horas de libertad.

Así es vivir con revisiones médicas por un trasplante de médula siendo un neuras como yo.

30.6.13

Respeto.

Se puede respetar a alguien que no se conoce, alguien a quien quizá se debería tener tirria, a quien lo mas fácil seria despreciar.
Puedes sentir curiosidad o celos, siempre desde un punto de vista sano, no destructivo, queriendo saber cosas de esa persona, conocer mejor qué ha hecho, qué hace, por qué lo hace. Puedes tener celos de lo que él es capaz y tú no o celos de su pasado, de lo que tuvo, de como mantiene la emoción. 
Por ejemplo, respeto profundamente a cualquiera capaz de terminar una novela, de escribir algo de gran formato, crear un mundo con personajes y un desarrollo coherente, sea mas o menos interesante o esté mejor o peor escrito, la fuerza de voluntad y la perseverancia para terminar algo así, creo que merece cierta admiración. 
Tengo curiosidad por saber qué hace que sea capaz de mantener esa pasión, esa dedicación hacia algo que nunca sabes si va a terminar funcionando, en el caso de la novela, tener confianza en que tu trabajo es suficientemente bueno y que conseguirás publicar.
Tengo celos por su capacidad para escribir, para mantener ese amor por su trabajo tanto tiempo, quiero saber cómo lo ha hecho, cómo es capaz, qué le motiva.
Yo no escribo bien, se me dan mejor otras cosas, pero me gustaría ser capaz de construir un relato donde contar todo lo que me ha pasado y me pasa a través de las vidas de unos personajes creados para ello, algo interesante y bien estructurado, algo que mantenga al lector enganchado.

Escribir no es lo mío, yo aun no se cual es mi especialidad ni cual será  mi "legado" o lo que mantendrá a mi "lector" pegado a mi, interesado en mi historia, pero sigo buscando poco a poco a ver si consigo hacer de ella algo memorable. 

27.6.13

En la calle.

Esta es la primera vez que posteo algo desde el teléfono, en plena calle y fuera de mi escritorio. Tengo que hacer algo de tiempo mientras espero.
He vuelto después de tres semanas fuera de casa, tres semanas de rodaje, entregas y mucho estrés y echar de menos, y afortunadamente parece que todo cae en su sitio nada más llegar.
Madrid me recibe con los brazos y las piernas abiertas, con regalos, promesas de curro y casas nuevas. Ella me mira como si hubiera estado fuera años, que es lo que ha parecido a veces, y entonces me siento más en casa que nunca, tocándola y oyendo como me dice en persona lo que llevo semanas escuchando a través del teléfono.
Pero ojo, la ciudad también me recibe con mierda y mierdas a los que esquivar para intentar que no se conviertan en fantasmas, enemigos, obstáculos o molestias aún más grandes. Personas y situaciones que se presentan de golpe intentando, activa o pasivamente, que pierda la calma y la tranquilidad que he conseguido (en gran parte al volver a ver a Pau, que es lo que más necesitaba, pero también gracias a Olga, Paloma, Denis, Anna, Manu, Carla, Nerea, May y Bernat, que en este orden de interacción me dieron muy buenos consejos para lidiar con una serie de situaciones, si no complicadas, al menos muy molestas).
No sería nadie sin mis amigos. Esto es así.
Suena a auto ayuda, a promesa vacía o a chorrada espiritual pero recordar todos los días poniendo énfasis en lo bueno que pasa, librarse del cinismo un poco (aunque sigo queriendo partir unas cuantas caras y mucha gente sigue mereciendo una buena patada en la boca) y disfrutar, ayuda mucho a seguir adelante tranquilo.
Tengo leucemia, tomo 14 pastillas diarias, llevo un catéter colgando, tengo mil limitaciones, pero, siempre hay un pero, estoy en la calle, hago vida casi normal, tengo una carrera a punto de acabar, proyectos de futuro y comparto mi tiempo con gente de puta madre.
Todos los demás, todos los que intentais que esto sea peor, sólo sois fantasmas, un enemigo que no da la talla y no llega al nivel.
Todo lo demás, todo lo que pasa que parece frenarme, es sólo una ilusión que debe tener la importancia que yo le quiera dar.
Eso es todo.
Y ahora que veo a una pelirroja espectacular acercarse con una sonrisa y un vestido increíblemente corto, mi vida es muchísimo mejor y puedo dejar de escribir chorradas.

Voy a tocar un culo, vosotros haced lo que podáis.

16.6.13

Mañana

Mañana me voy a rodar lo que será uno de los proyectos más importantes de mi vida hasta el momento, sino el MÁS importante. Un documental sobre un hombre único, Manolo, que vive en Gran Alacant, padre de una buena amiga.
Nos vamos una semana, terminaremos jugándonos la vida, poniéndonos en manos de Ernesto Adán, su hijo, saltando por los aires, literalmente.
En mis manos está que todo funcione, en los ojos de Denis, Anna y Sara que todo vaya lo mejor que puede ir y en Manolo, la planificación y la suerte (de la que siempre me ando jactando) que todo sea mucho más que suficiente para que el proyecto despunte y sea un éxito.
Llevo ya dos semanas fuera de casa, planificando, recopilando material, yendo de una casa a otra, andando de arriba abajo sin saber bien qué coño pasaba en Madrid, echando de menos, sintiendo algunas cosas que no recuerdo haber sentido antes, para bien o para mal.
Llevo dos semanas poniendome a prueba física y mentalmente, dándole una caña a mi cuerpo que no sabía si iba a poder aguantar, sometido a una ansiedad y una inseguridad que no tenía claro si iba a poder gestionar. Y parece que si.
Es curioso que las catorce pastillas diarias, el calor sofocante, las caminatas bajo el sol, dormir en una casa diferente cada dos días, cargar con la mochila, leer, trabajar, escribir, echar de menos de la manera salvaje que lo estoy haciendo y los nervios todavía no me hayan tumbado. Supongo que lo que me sostiene y los que me sostienen deben estar haciendo bien su trabajo. 
No me enrollo más.
Mañana nos vamos, a rodar, a pasar unos días currando y a petardo. 
Seguro.

(Voy a intentar llevar un diario de cómo va todo pero no prometo nada)



6.6.13

Mejor todo.

Hace casi cuatro meses que empecé a ser mejor. Mejor en muchos sentidos. 
Me convertí en una versión mejor de mi mismo, esta claro que ocurrió por asociación, porque todo se pega y los acontecimientos me empujaron a tener que serlo.
Desde hace un tiempo me siento mejor en general.
Pienso menos en lo malo, dejo un poco de lado las preocupaciones inherentes a la mierda que arrastro y me preocupo más por los problemas reales que se presentan, supongo que de algún modo jerarquizo.
Si bien las limitaciones de mi enfermedad me siguen jodiendo la puta vida, es la mejor manera de decirlo, me han jodido conciertos, trabajos, proyectos, me limitan de algún modo las relaciones con los demás (ahora mismo podría estar en un festival de cultura digital al que me muero por ir y aquí me tenéis, en una biblioteca no haciendo lo que tengo que hacer y pensando en que quiero estar, o durmiendo la siesta con una mujer en bragas o viendo hablar a gurús con algunos de mis mejores amigos) estas limitaciones me están haciendo planteármelo todo de otra manera.
Desde hace casi cuatro meses leo mejores libros, escucho mejor música, paso mejores días, veo mejores películas, supongo que en parte por como se ha ido despertando mi cerebro poco a poco después de la quimio y por la “necesidad“ que siento de ser mejor de estar a la altura.
Como mejor, follo mejor, vivo mejor. Esto además es algo básico, sin estas tres cosas, sin mejorar en estas tres cosas, entonces estaría todo mal.
Mi cuerpo responde al esfuerzo con mucha más facilidad, me canso menos, estoy más fuerte, he dejado de sentirme débil.

Es cierto que sigo teniendo ataques de odio extremo, de mezquindad, de ganas de matar, de celos o inseguridad. Eso es normal, supongo que algunos se vuelven mejores personas de una manera más radical y se convierten en santos y otros nos volvemos mejores de otra, odiando un poco menos y tratando de ignorar lo que debemos ignorar.

Esta claro que mis amigos me hacen mejor, mi familia me hace mejor, y que tú me haces mejor. 

Me sigue dando todo un poco de miedo, sigo con esa sensación de no merecer lo que me pasa, lo bueno que me pasa, es una sensación que muchos compartimos y que no es justa, pero es un sentimiento pegajoso que se te agarra y que es muy difícil quitarse de encima. Sentirse mal por tener algo bueno. 
Esto es una puta mierda.

Hay cosas y personas que lo mejoran todo. Yo llevo cuatro meses casi cantando bingo, mejorando poco a poco en todos los aspectos, haciendo las cosas un poco mejor, de una manera más correcta.

Me hacéis mejor. Me haces mejor. Me hago mejor.

5.6.13

Aspersores de mierda.

Me he puesto algo de música, calmada, un vano intento de controlar la ira que me sube por las piernas hasta la cabeza, que quema las yemas de mis dedos, que me hace querer vomitar toda la mierda que llevo dentro.
Soy un tipo algo violento de palabra, un poco menos cuando se trata de pasar a la acción, supongo que el “pacto” aún pesa y el tema de ir partiendo caras a diestro y siniestro es algo que todavía no me sale de dentro, aunque alguno lo este pidiendo a gritos.
Me jode mucho la gente, normalmente la gente en general, pero estos días me está tocando mucho la polla (ser explicito es siempre la mejor terapia) la gente que vuelca su mierda privada, sus miserias personales, en los demás. ¿Por qué cojones tengo que comerme yo tu mierda si me importas un carajo?. Es una pregunta que me hago muy a menudo. Así como me descubro pensando para mi, y sorprendiéndome de no decirlo en voz alta, “cómete tu mierda como hacemos todos y no me andes jodiendo a mi la vida”. Esto sobre todo se lo dedico a toda esa gente en hospitales que te cuenta su miseria cuando vas a revisar tu cáncer. Gracias por contarme como has recaído después de 5 años, me viene FENOMENAL ahora mismo.
Me permito el lujo de escribir todo esto aquí porque al fin y al cabo es mi espacio, los que leéis esto es porque queréis, no obligo a nadie a entrar aquí a punta de pistola, por eso me tomo ciertas libertades.
Todos tenemos miserias, todos sufrimos, todos lo pasamos mal. Unos mas que otros, otros se quejan más de lo que deberían, algunos nos quejamos lo justo y otros, fuertes como rocas, no se quejan nunca aunque estén pasando el peor momento de su vida.
En general creo que todos nos quejamos demasiado. Yo el primero.
No puedes ir, como un aspersor, echando la mierda que escupes indiscriminadamente encima de todo el mundo, no es justo que andes jodiendo la vida a los demás porque a ti te haya pasado algo que no esperabas que ha sido jodido y que te ha tumbado. 
Estas mal, lo pillo, quieres matar a alguien, lo pillo también, abusar de la gente que tienes alrededor, eso ya no, yo por ahí ya no paso. 
Tu mierda, es TU mierda, te la comes, la procesas, y te callas. Que tenemos los huevos peludos ya y somos mayorcitos.
Pero, ¡hey!, tampoco quiero ser un puto nazi, no me entendáis mal, a veces necesitamos a los demás, necesitamos apoyarnos en alguien, pedir ayuda, eso no está mal, eso es justo, la gente que nos quiere está aquí para eso, para ayudarnos cuando lo necesitamos, pero mucho ojo con abusar de esto, la gente se cansa. Yo por mi parte ya he llegado a mi límite y empiezo a pensar que un día se me va la mano.
Al final hay quién lo fuerza todo tanto que es en ese momento cuando se merecen una patada en la puta boca a ver si espabilan un poco.
Mamones.

Que bien me he quedado joder.

31.5.13

Incendios.

El fuego empezó en la habitación 106 de un pequeño pero lujoso hotel de la Cava Baja madrileña. 
Durante todo el día la gente, sin saber lo que se les venía encima, había ido haciendo check-in sin preocuparse, dejando sus pertenencias, ese pequeño trozo de hogar que llevas en una bolsa de viaje, en la habitación antes de hacer turismo por la ciudad que les recibía. Guiris incautos con chanclas flúor que no sabían que esa noche iban a terminar calcinados, muchos se lo merecían, otros simplemente se iban a encontrar de cara con dos personas a punto de explotar. A la mierda, no importaba nadie más.
El día era fresco, pero soleado, uno de esos días de primavera que te llevan en volandas, que se dejan caminar y disfrutar, un día de esos "de chaquetilla de entretiempo" (odio la puta expresión "entretiempo", aborrezco el termino "chaquetilla"). Un último día perfecto para disfrutar Madrid.
Llegaron al hotel sobre las ocho de la tarde, ya algo cansados. Llevaban consigo unos bidones de gasolina, algo de queroseno, cerillas y poco tiempo, joder, siempre era poco tiempo para ellos.
Todo el material inflamable lo llevaban perfectamente escondido en las maletas con ruedas más baratas que habían podido encontrar, el dinero que les quedaba, aunque era poco, lo habían gastado en cenar bien, en una última cena antes de arder, antes de quedar reducidos a cenizas y alejarse volando de esta ciudad y de la gente que vivía en ella y que últimamente cada vez les pesaba un poco más.
Habían pensado poco este plan de huída, pero sabían que era el único, arder y volar, arder y escapar, arder, juntos.
La habitación era blanca, con uno de esos horribles y pretenciosos cuadros de hotel que pretenden dar calidez al ambiente y lo único que hacen es complacer a mentes simples de turistas idiotas que lo que quieren es sentirse de una clase social superior, una supuesta mejor casta, que les han vendido y que ni existe, y a la que no deberían aspirar. La cama era obscenamente grande, una familia podría criar a sus hijos en ella sin problemas y aún se podrían permitir un perro, pero a ellos se les iba a quedar pequeña, aunque en cuanto el fuego empezara, toda la ciudad, toda la nación, se iba a quedar pequeña. El resto de la habitación era bastante estándar, una televisión de plasma en la pared, en la que automáticamente saltó el canal erótico, un jarrón con flores frescas, un espejo en la puerta de un armario doble y un baño con ducha con hidromasaje y el kit básico de higiene de hotel, él se alegró al ver que había cepillo de dientes, aunque no lo iba a necesitar la mañana siguiente.
Dejaron las maletas en el suelo, ella le miró, preguntado con los ojos si estaba seguro, si el plan era el correcto, si lo estaban haciendo bien. Se acercó a ella, dejó si maleta en el suelo y sonrió. Sus dientes eran pequeñas llamas, de su garganta ya salía algo de luz, y esa era toda la respuesta que ella necesitaba, él estaba tan caliente como siempre, en todos los sentidos, tan caliente que hasta su mente se encontraba en un estado febril en el que solo podía pensar en quemarlo todo.
Ella empezo a calentarse, las lágrimas que había estado llorando desde unos días atrás se evaporaron, no podía llorar más, no quería sufrir más, sólo quería arder y quemarlo todo a su paso.
Cogieron los bidones de gasolina y con seriedad comenzaron a rociar la habitación, en silencio, él la miraba de vez en cuando, brillaba por el calor, estaba preciosa, ya se había desnudado, era impresionante. Vaciaron las maletas y colocaron todo el material que habían traído alrededor de la cama preparando una hoguera digna de récord Guiness.
El queroseno venía en un pequeño bote metálico y salía como un chorro fino y perfectamente dirigible. Como niños pequeños comenzaron a jugar y pelear con él, como si jugasen con pistolas de agua, corrían riendo por la habitación, saltando en la cama, besándose cuando él conseguía alcanzarla.
Alguien llamó a la puerta, era el servicio de habitaciones, abrieron desnudos, total, el botones iba a arder como todos los demás, se merecía ver unas buenas tetas antes de morir, era justo. Se habían dejado el DNI en recepción, no importaba nada ya, ellos habían dejado de existir para el mundo así que por qué se iban a preocupar por un trozo de plástico con sus datos.
Cuando el botones, con su propina pagada en especies se fue, siguieron con su juego, más calmados, cerca el uno del otro, tumbados en una cama empapada en gasolina, cogieron las cerillas, que prendieron nada más tocarlas y todo empezó a arder. Todo explotó.
Una luz naranja llenó la habitación, las llamas llegaban hasta el techo, les lamían, como él hacía entre las piernas de ella, les consumían, les arropaban, les estaban llevando lejos de todas las preocupaciones, la mierda ajena, los problemas. 
Volaban impulsados por el fuego, que pasaba del naranja al azul en un degradado perfecto.
Los gritos en diferentes idiomas se mezclaban con las sirenas de unos bomberos que no eran capaces de controlar el incendio. Los guiris ardían, se retorcían de dolor, el edificio colindante estaba también en llamas, unas llamas que no era posible apagar, que no iban a parar y que saltaban de casa en casa devorando todo a su paso.
De ellos casi no quedaba nada por quemar, estaban siendo consumidos y liberados, estaban aligerando un peso que les había caído encima y que ya era hora de que se quitaran.
La gente trataba de huir, pero la ciudad entera estaba en llamas. Y no iba a parar pronto.

Cuando el fuego por fin se apagó fue porque ya no quedaba nada que quemar, nada alrededor de esa habitación de hotel, todo era polvo y cenizas, todo estaba consumido. 

Había sido enorme. Había sido único. Y había durado, exactamente, un año y ocho meses.

30.5.13

Cosas que a veces importan un poco.

Ayer un concepto me voló la cabeza, un concepto en apariencia lógico, tremendamente sencillo y genial precisamente por el planteamiento tan básico que supone una vez que te paras a pensarlo.
Fue hablando del paisaje, como concepto, de pasear, cuando Christian me dijo que para él hay tres cosas que motivan el arte, el amor, la muerte y Dios. 
No lo había pensado nunca, pero creo que tiene razón. Yo lo aplico igual a las personas, estas tres cosas son las que nos mueven a todos y ramificándolas, cubren todos los aspectos de la vida.
Quién no se mueve por amor, quién no sufre, se sacrifica, se preocupa, se carga a sus espaldas los problemas de otro, sea justo o no, y al mismo tiempo quién no se deja llevar por este sentimiento, disfrutando, sintiéndose bien, acompañado, generoso, único. Pero el amor es mucho más y esta claro que el amor por nuestro trabajo, vida, amigos, o por nosotros mismos nos mueve de la misma manera hacia delante, o hacia atrás.
El amor, por muy cursi que suene, es una fuerza poderosa, amamos a alguien, a quien ponemos por delante de nosotros mismos en muchas ocasiones, disfrutamos de amar a esa persona, por muy precipitado que parezca, sufrimos por el final de este amor, tememos los cambios, la muerte del mismo, nos aterroriza que la persona a la que queremos, de una manera o de otra, sufra, y llegamos a tener la sensación de no poder vivir sin esa persona, una necesidad a veces cercana al acto mismo de respirar.
Pero el amor se transforma, y tenemos que vivir con ello, con estos cambios, el amor al final son subidas y bajadas, reacciones irracionales a sucesos y personas reales y por eso da tanto miedo y excitación. 
La muerte conlleva el tiempo, o el final del mismo, al menos para mi, el suceso inevitable, para algunos mas cerca, mas presente, con mayor o menor temor. 
Algunos vivimos con el aviso de una posible muerte repentina, la hemos mirado a la cara y la llevamos detrás como una losa, recordándonos que somos frágiles, pasajeros.
La muerte marca una pauta temporal, un ritmo. A su vez interactúa con el amor, la certeza de la propia muerte como motor para amar más intensamente, la muerte ajena como elemento destructor, como detonante del sufrimiento, una vez más por la manera en la que el amor por la persona que desaparece se manifiesta.
Amor y muerte van de la mano siempre. Y eso es bueno. La muerte como catalizador.
En cuanto a Dios, para mi supone la existencia o no del mismo, el eterno debate, que a su vez lleva inherente la idea de morir y que haya algo más, o dejar de existir y que todo acabe. A mi me reconforta pensar que todo terminará, que hay un final, más o menos cercano, pero que hay un momento en el que todo termina y lo que hayamos hecho aquí no importará, porque no habrá nada más que lo que dejamos atrás, una vez más estoy hablando del amor, del de aquellos que sufrirán nuestra muerte.
A su vez, para algunos, la idea de un Dios lleva consigo la idea de amar, personalmente es una postura que no comparto, pero puedo comprender.

Estos días, de amor y muerte, de la falta de existencia de un Dios que llevamos vividos de este 2013, están afectando de una manera curiosa a mi percepción temporal, por eso la charla de ayer con Christian me dejó como me dejó.
He perdido gente por el camino, todos lo hemos hecho, mucha y muy grande, he llegado a querer a una mujer, en poco tiempo, sin aviso, he intentado "gestionar" sentimientos que no tenia, que pensé que no volvería a tener y a los que aun miro con un poco de recelo en ocasiones. 
La muerte posible, la enfermedad como personalización de un final grabado en piedra, sin fecha pero presente, hace que el tiempo vaya unido irremediablemente a esta idea y siga siendo difícil hacer planes de futuro, esa niebla de la que he hablado ya alguna vez.

Amar, creer, morir, supongo que eso es lo más importante.


Demasiada intensidad para un Jueves a las 17.43, es lo que hay.

28.5.13

Daño.

Lo más jodido de hacer daño es cuando este se hace sin querer, cuando un error de calculo, la inseguridad o tu enorme bocaza, hace que una serie de acontecimientos se precipiten hacia un grupo de personas heridas que no deberían estarlo. El daño además, sobre todo el que llega sin intención y sin avisar, es el que más duele, ese dolor que no te esperas, que te cae encima de golpe como un piano.
El daño emocional además es incontrolable, cada persona es un mundo, todos sentimos las cosas de diferente manera, es verdad que lo que hoy duele quizá mañana parezca una tontería, pero mientras duele puede ser lo más importante del mundo.
El dolor no se puede racionalizar, el dolor te consume, se pasa, se puede procesar, pero el primer golpe, ese puñetazo en pleno estómago, ese dolor agudo que te deja sin aliento, te vuelve loco y derriba todo lo que creías que era sólido y estaba bien construido, eso no se puede esquivar.
Yo soy una persona bastante torpe, de palabra y de acción, voy como pollo sin cabeza y pese a que después, a toro pasado, le doy mil vueltas a todo, a veces se me escapa el dedo, la curiosidad o la inseguridad me pueden. Mala combinación.
Para mi es fácil sacudirme la mierda que me cae encima, supongo que he tragado mucha a lo largo de los años, pero ese primer impacto me tumba, me descoloca y una vez más mi parte emocional, aquella incontrolable que cree que el puto mundo se acaba cada vez que pasa algo, la que está ya tan acostumbrada a las malas noticias que no es capaz de dejarme frenar y pensar que no todo es tan malo, esa puta, toma el control, es ese momento en el que, por mi bien, debería irme a vivir al monte, sin wi-fi ni teléfono y cazar ciervos para vivir, o comer raíces o yo qué se.
Lo jodido de hacer daño, para mi, es que odio hacérselo a quién no se lo merece, odio ser el causante de una situación en la que algo bonito se puede estropear, tanto mío como de otra persona, eso me hace ponerme aun mas nervioso. Soy como un  niño que ha roto un jarrón y que quiere arreglarlo con pegamento, siempre me van a faltar trozos, siempre va a ser imposible que todo quede como antes y yo siempre me voy a negar a que eso pase y voy a intentar por todos los medios que todo vuelva a ser como antes, que todo acabe bien, que no haya pasado nada.
Si es verdad que lo que a veces parece un problema que puede estropearlo todo no lo es y aunque pueda parecer que todo se ha roto, el jarrón rebota en el suelo y vuelve a tus manos intacto, parece de película pero no lo es. ¿Quién no ha rescatado un vaso de cristal en el último momento?.
Lo que hoy parece el fin del mundo mañana puede ser una tontería, el rencor es algo absurdo que no debería guiarnos nunca, os lo dice alguien un rencoroso, no trae nada bueno.
A veces es posible que hagas daño a alguien que no conoces, un daño profundo que escapa a tu control, un daño que tú no puedes arreglar, en ese momento es cuando todo se vuelve aun mas molesto, mas jodido ¿qué puedes hacer?, nada, esperar.
Todos tenemos el poder de herir a los demás, un poder horrible que muchos ejercen por egoísmo y quiero pensar que la mayoría lo ejercemos por torpeza.
No es cierto eso de que sólo te hace daño quién puede.
Pero hacer daño a alguien a quien quieres, ese es el dolor más jodido, el que causas y el que sufres, ver decepcionada a una persona que confiaba en ti y sentirte idiota, ese momento es imborrable, si la persona te importa de verdad, ese momento es uno de los que quedan grabados en tu cabeza, una de esas piedras en las que intentaras no volver a tropezar, no todos los dichos son ciertos y no siempre se tropieza dos veces, pero hay que andar con cuidado y mirar al suelo de vez en cuando.
Porque no nos podemos permitir ir haciendo daño a aquellos que nos quieren y confían en nosotros porque el amor se pierde y la confianza también.

20.5.13

El embriagador sabor de la propia mierda.

Caminas por la calle sin reparar en lo que te rodea, pensando en el ensayo que tienes que escribir, en cómo vas a enfocar un tema que no te toca ni de cerca y del que no sabes nada. Se cruza por tu cabeza ese otro trabajo de tipografía que tienes que presentar, una asignatura que no te gusta, que no es de tu ámbito de estudio y de la que preferirías olvidarte. Esta viene de la mano de tu Proyecto Final, que te mira, serio, desde lejos, es atractivo y divertido, pero no eres capaz de acercarte con la soltura que deberías, es lo más importante y se te está yendo de las manos.
La página web que estas montando, trabajando codo con codo con una de tus mejores amigas y que no sabes si vas a entregar a tiempo se te acerca y te abofetea, "¡Despierta!", te gritan todos a la vez, y tú sigues caminando medio dormido por una parte y ansioso, agobiado y sin saber como hacer frente a todo lo que se pone delante por la otra.
Las canciones pasan por tu cabeza sin casi notarlo, no es la música la que te guía ahora, no estás tranquilo, ni seguro ni animado. Te encuentras siempre al borde del grito, furia contenida, ansia a punto de explotar, nada es como debe ser, te estas quedando atrás y poco a poco todo tira de ti hacia abajo y hacia arriba, una sensación extraña, absurda, que te hace perder la poca cordura que te queda.
Llegas a casa, tensión, no sabes si la creas tú o es la situación, pero la notas y parece que no pero te afecta, aunque quizá no debería, te desconcentra y desanima.
Coges la correa de la bola de pelos y grasa amistosa y algo vieja que es tu perro, huyes, paseas, intentas no pensar en nada, vaciar la cabeza. No oyes música, sólo disfrutas de tu perro, el campo, el sol (si lo hay) y esas dos horas suspendidas en el tiempo que te arreglan la mañana.
Vuelves a entrar en la vorágine de cosas sin terminar que tienes delante, empiezas por lo primero que ves en el escritorio, picoteas un poco de aquí, otro poco de allá, y vas terminando alguna cosa. Parece que todo se va moviendo.
Pero no.
Nada avanza. La tensión pesa otra vez, esta vez la estas generando tú y tu poca paciencia.
Huyes una vez más, esta vez te refugias en un coche, unas piernas, un escote, unos labios y las palabras amables que necesitabas oír  y explotas, no quieres, pero explotas.
Has contenido demasiado tiempo lo que te pasa, has estado engañando a todo el mundo, porque no quieres defraudar a nadie, porque debes seguir siendo un ejemplo, porque "qué bien se te ve", "qué fuerte eres", "yo no habría podido con lo que has pasado tú", "qué bien estás", "qué bien lo llevas", "no tengas prisa lo importante es que estás vivo", "ahora todo te parecerá una chorrada después de lo que has pasado".
Acabas de explotar delante de la última persona ante la cual querías explotar, sorprendentemente te sientes mejor, pero tienes la sensación de que lo has manchado todo, sacudiendote la mierda como un perro mojado, sólo esperas que te sigan viendo como el tipo fuerte, animado, despreocupado y tranquilo que no eres.
Aunque seas un hijo puta con muy mala leche bastante mezquino a veces, con unas tremendas inseguridades e incapaz de ver un futuro próximo más allá del mes que viene, con ellos siempre sacas tu mejor cara, porque la tienes, es duro sacarla siempre, pero la tienes, y la mayoría de ellos se merece que lo hagas porque han estado ahí desde el principio, porque se comen tus limitaciones, porque es lo que esperan de ti, o lo que crees que esperan de ti.

En el fondo eres blando, estás dejando que la mierda se filtre, que ensucie tu percepción, sabes que toda esa ponzoña en la que te estás restregando no es real, en el fondo lo sabes, sabes que estas siendo un imbécil, que no deberías dejarte llevar por ese camino. En el fondo lo tienes claro.
Pero no sabes qué hacer para remediarlo.
Y será la primavera.
Será el dormir poco.
Será la leucemia que aunque no aparezca en los análisis tú sabes que sigue ahí. (el puto 50/50)
Serán las medicinas.
Será que estás cansado.

Pero oye, estás vivo, y por eso DEBES ser feliz, DEBES estar animado, DEBES aguantar lo que te echen, porque eres afortunado, porque no pasa nada, porque hay quien está peor, porque sí, y lo que yo me pregunto es ¿por qué si?.

Pues porque es lo que se espera de mi.
Pues creo que no lo estoy haciendo nada bien, así en general, me estoy atragantando con mi propia mierda.

7.5.13

620km

Subo con una amiga, estrenando coche, planeando viajes, días de curro, de amigos, de sol, de Barcelona. Es un viaje raro, de clima, de compañía genial, se dejan claras cosas que nunca está de mas hablar, buena música y todo bien.
La ciudad me recibe con el cielo cerrado, algo de frío pero con promesas de sol, que cumple en un par de días.
Me organizo el trabajo, los amigos, los animales a los que tengo que cuidar, me organiza la vida la ciudad y siento que me he dejado algo importante en Madrid, una sensación que es rara que me traiga a Barna, pero que se ha venido conmigo.
Sale el sol, llega el calor, han pasado días, no me cruzo con gente con la que quiero y no me quiero cruzar, sentimientos encontrados. Me dan bien de comer, más que bien, sin recurrír a los tuppers de mi madre, en su lugar un bocadillo de calamares en su tinta en una azotea que me sabe a puto paraíso.
Como la fabada de importación, una pasta con pera en una casa por la que pase fugazmente, el Ramen tradicional, el "Japo-talego", la cena fiasco Juego de Tronos, un crepe de Chocolate y plátano, y me saben de maravilla las promesas de planes culinarios, en todos los sentidos, cuando esos 620km desaparezcan como vinieron.
Descubro que mi proyecto final no va tan mal, mucho curro por delante pero puedo llegar, descubro que mis amigos siguen aquí, inamovibles, me reconforta, una vez más, ver que Barcelona no se olvida de mi, que me sigue tratando como el hijo de puta afortunado que soy.
Me he dado cuenta de que hace casi dos años que por fuerza mayor tuve que volver a Madrid, he recordado lo traumático que fue al principio, lo seguro que tenía que si salía del follón en el que me estaba metiendo, si seguía vivo para contarlo, volvería. Ahora ya no estoy tan seguro, supongo que Madrid se me ha agarrado a la cabeza y al corazón, aunque suene cursi y es una ciudad difícil de soltar.
Barcelona sigue aquí, eso me ha quedado claro esta vez más que nunca, Barcelona me espera y me recibirá con los brazos abiertos. Yo tampoco me olvido.
Pero pasa una cosa que antes nunca me pasaba. Tengo muchas ganas de desandar estos 620km, mañana, rápido, acelerando al límite de la legalidad, pienso volar hacia Madrid, hacia una ciudad que me recibe con potencia cada vez que vuelvo y que se ha convertido, a fuerza de tiempo y una suerte que una vez más no termino de creerme, en mi hogar.
Vuelvo a Madrid, desde Barcelona, un viaje que parece que nunca termino de hacer, con un pie en cada lado, con sensaciones, personas y recuerdos en cada una de las dos ciudades que sin duda han supuesto una vida para mi. Me voy de Barcelona, sabiendo que vuelvo en breve, quizá para quedarme algo más de tiempo y teniendo claro que me ha quedado mucha gente por ver. Pero, una vez más, no me olvido.

Madrid, vuelvo mañana y van a pasar cosas.

2.5.13

Niebla.

Niebla.

Aunque hace un día soleado en Barcelona y la visibilidad general es del 100%. Aunque los conductores aceleran sin miedo para apurar las luces amarillas y las bicicletas cruzan la ciudad con ciclistas sonrientes, malditos cabrones que no saben lo envidioso que estoy ahora mismo mientras subo por Passeig de Gracia.
Por mucho que el sol haga brillar mi calva y amenace con insolación si no me pongo a resguardo pronto, o queme las pieles de los guiris que han venido a disfrutar de unos días de consumismo, destrucción de sus, por lo que a algunos respecta, ya maltrechos hígados, así como de la ciudad, y los niños jueguen, y la gente sonría y todo sea precioso. Yo lo que veo delante de mi, como casi siempre, es una espesa niebla gris que tapa el camino hacia el lugar donde me dirijo.
Veo luces, formas, oigo sonidos, retazos de un futuro posible, de algo que puede estar por venir pero que nadie asegura nunca.
Ya casi puede que me haya acostumbrado a pasear por una calle en la que voy dejando cientos de números detrás pero que parece la interminable Calle de Alcalá, al menos en dirección Ciudad Lineal cuando parece que nunca llego a mi destino y el tiempo se me hace eterno.
Oigo voces, que me avisan de que un futuro inmediato se aproxima, que no espera, y que me va a dar una buena hostia en la cara. Voy con las manos por delante, palpando, pero la hostia, como no espabile, me la voy a pegar fina.
Aun así se ha convertido en una deriva cómoda, algo extraña, con futuro y sin futuro a la vez, una situación que provoca un estado de incertidumbre que acaba siendo placentero y molesto a la vez, como un escalofrío en la nuca.
En resumen que voy un poco como pollo sin cabeza vamos.

Necesito creerme un poco la estabilidad. Supongo que es eso.

27.4.13

¿Qué coño hago conmigo? / Se acabo el contar los días.

Últimamente estoy dándome cuenta de que el blog ya no cubre mis necesidades de expresión, que se me está haciendo repetitivo y absurdo, que mi vida se mueve despacio y deprisa a un ritmo que la temática única de enfermo que me traigo por aquí ya no puede sostener.
Empiezo a estar harto de mirarme el ombligo todo el rato, de quejarme, de darme ánimos, de contar lo que pasa en sólo uno de los muchos ámbitos que ahora tiene mi vida.
Una vida en la que por fin, aunque el tiempo se mueva muy despacio, están pasando cosas muy interesantes. En la que el hospital es casi anecdótico y donde los problemas reales empiezan a estar relacionados con otros aspectos, así como las inquietudes.
Se que muchos de los que me leen han llegado aquí para saber como es la vida de un enfermo después de un transplante, o por información o porque han caído en una búsqueda random de Google mientras buscaban algo que no tiene absolutamente nada que ver con esto, pero por algún motivo se han quedado. El contador de visitas me dice que hay una media de 250 de vosotros que me leéis siempre, aunque no comentéis nada, vagos, ya lo he dicho. A todos vosotros espero que el cambio de dirección que voy a pegar en cuanto a textos, seguiré escribiendo yo pero no sólo de lo enfermo que estoy o lo bien que me lo paso, no os moleste, y si lo hiciera, con todo el respeto os digo que este es mi espacio y al fin y al cabo escribo lo que me sale de los huevos, según me sale, con su lenguaje nada remarcable y sus fallos de redacción.
Esto lo que necesito ahora y es lo que hay, veremos como va la cosa, lo que se es que necesito el blog, y no lo voy a cerrar.
Cualquiera que quiera saber algo, hacer alguna pregunta personal, tenga dudas de procedimientos médicos, rutina, o necesite hablar con alguien sobre lo que es vivir con esta enfermedad, sigo aquí, y no soy el único. Un mail siempre será respondido.
Esto es todo por el momento.

22.4.13

Despierto toda la noche. / 1 año 52 días.

Llevo un par de días dándole vueltas a la nueva canción de Daft Punk, que si bien como dice Victor "no nos ha roto el culo", es un tema bastante bueno.
Han sido un par de días especialmente buenos después de una semana curiosamente mala, mas que mala incomoda. Noticias buenas en uno de los médicos, decepcionantes en otro, y un karma jodido que, hablando en plata, me está dando un poco por el culo últimamente.
La canción habla básicamente de esperarte a que las tías estén borrachas para echar un polvo al final de la noche. Dicho con estilo rollo Pharrel, pero vamos, "I'm up all night to get lucky" (Me quedo despierto toda la noche para tener suerte (echar un polvo)).
Mi proyecto final avanza despacio, se arrastra más bien, me está costando concentrarme y trabajar, creo que he asumido que a Julio no llego y que voy a presentar en Septiembre. Una pena porque necesitaba tener el verano libre, pero no parece que vaya a poder ser.
Últimamente me siento como caminando por una pasarela de tablas de madera, acompañado por una fila de personas a cada lado, formando una avanzacilla titubeante y lenta, una masa inestable de gente que se precipita por los extremos de la pasarela, caen a mi alrededor y siento como si todo apuntase a que voy a ser el siguiente, asusta, angustia un poco, es como andar sobre hielo quebradizo. Oyes crujidos a tus pies, resbalas, te levantas con cuidado, haciendo equilibrios con las manos para no volverte a caer, alguien te ayuda, se cae, desaparece y entonces sientes una vez más que aunque ahora estés de pie puedes ser el siguiente. Es una sensación de mierda, para que decirlo de otra manera.
Hago planes de futuro, muchos, pienso en un futuro, a la vez que veo que puedo no tenerlo, una dicotomía un poco extraña que en cierto modo me está jodiendo un poco la cabeza. Una sensación constante de que todo está en el aire, de que no puedo agarrarme con seguridad a nada. Quizá por eso con el proyecto no esté terminando de poner toda la carne en el asador y no le esté dedicando el 100% de mi tiempo, que es lo que debería hacer de una vez.
Atención Tsunami dicen en una canción que "hoy es primavera en todo el mundo", para mi es primavera en algunas personas, en algunos momentos, pero hay una especia de poso extraño de gris neutro que no soy capaz de quitarme de encima.
Supongo que lo que lleva pasando desde que empezó el año, las noticias que llegan cada 15 o 20 días de gente que no lo está consiguiendo me está afectando más de lo que quiero admitir.
Ella se ríe un poco de mi porque le digo que tengo emociones que no se gestionar, más bien se ríe de que use la expresión "gestionar" todo el rato, pero no se me ocurre otra manera de decirlo. Son sentimientos que no había tenido antes y que no sé muy bien que hacer con ellos, celos, ansiedad, miedo, desconcierto, no de golpe, si no como un zumbido a poco volumen que una vez has reconocido no puedes dejar de oír o como ese reloj de agujas en una habitación en el que no habías reparado antes y que ahora sigues casi con los latidos de tu corazón. También a veces tengo subidones de emociones cálidas de euforia que me dejan como drogado, golpes de optimismo, una bipolaridad un poco loca.
Esta siento una entrada rara, siento la necesidad de escupir algo, pero no sé muy bien qué es lo que quiero decir, no tengo claro lo que siento en general por todo lo que pasa, por como estoy haciendo las cosas, de alguna manera me da la sensación de que no las estoy haciendo bien, qué hay una formula que otros conocen y yo no.
Aunque la solución está bastante clara, ponerme a currar y dejar de pensar en gilipolleces.
Otro disco que estoy escuchando mucho estos días es el nuevo de Bowie, que se ha hecho rogar 10 años, pero nos hace volver a los arreglos de finales de 70 y a las melodías clásicas que siempre ha manejado con soltura y que hacen que todo parezca mas luminoso en canciones como "Boss of Me" o la increíble "Valentine´s Day", canciones que junto a un perro paseando por el río, una mujer increíble en el asiento del pasajero, una bici o un café con amigos te arreglan el día, despejan la mierda de emociones "difíciles de gestionar" y te enderezan un día raro, o como "(You Will) Set the world on fire" con la que te dan ganas de mandar a la mierda todo y liarla.

Supongo que tengo, como siempre, la solución delante de mi pequeña y redonda nariz o mordiéndome el culo. Tengo que concentrarme en el Proyecto Final, desocupar mi cabeza de todo lo que me está robando espacio mental sin aportar beneficio, como la ansiedad, el miedo, los celos, la pereza, así como Twitter, Facebook, series de mierda, y demás distracciones absurdas y empezar a leer, resumir, concretar, rodar, entrevistar y disfrutar con un proyecto que he elegido yo y que me gusta.
(Esto está quedando muy "convencete a ti mismo").

Tengo poco que contar y me da la sensación de que me repito, y me jode repetirme.
Voy a seguir leyendo y planeando entrevistas y esta tarde no se vosotros pero yo me voy a ver "La Caza" y regocijarme en las desgracias ajenas, aunque sean ficticias y salidas de la mente del mismo loco que parió "Festen".

Primavera, primavera.

6.4.13

Sobre el desplazamiento temporal en un espacio cerrado./ 1 año 37 días.

Imáginate que estás metido en una conversación con tus amigos, una de esas conversaciones en las que estás participando, haciendo comentarios brillantes, bromas, siguiendo el hilo, entendiéndolo todo, disfrutando.
Es una conversación cómoda, casi planeada, estabas preparado, controlas la situación y te manejas con total soltura.
Ahora visualiza un gancho enorme, como aquellas máquinas de juguetes con un brazo articulado y una garra que se cierra en torno a algún osito de peluche mal cosido, una de esas que suelen fallar y soltar el premio en mitad del viaje. Reluciente, metálico, frío, te agarra por el pescuezo y te levanta del suelo, te aleja del grupo de gente, cada vez son más pequeños, ellos miran, tuercen el gesto, alargan el brazo pero no lo suficientemente rápido, te agarran de los pies, hacen fuerza en sentido contrario, pero ni con la gravedad como una  fuerza más consiguen mantenerte en el suelo, así que continúan con la conversación.
La enorme garra metálica te coloca en un espacio acristalado un pequeño cubo con paredes gruesas y una pequeña ventana desde la que ves lo que ocurre fuera.
Tu grupo de amigos continúa con la conversación, pero no les oyes con la suficiente claridad, no terminas de entender lo que dicen.
Además de la distancia con ellos, las paredes de tu cada vez más pequeña pecera son demasiado gruesas como para que el resto del mundo penetre y llegue a tus oídos sin distorsión. Notas que te faltan las fuerzas, el aire, cada vez tu cerebro se va apagando un poco más, durmiéndose, se ablanda, no te das cuenta del todo porque ya estás casi totalmente fuera de la realidad. Tu linea temporal es otra y la conversación ha seguido sin ti.
De pronto las paredes de la pecera se abren, cuando más cansado estás, cuando la gente a tu alrededor parece que habla otro idioma, abren las puertas y ves la luz del sol directamente, sin filtro. Entonces el gancho te devuelve al centro de la conversación, cambiado, perdido y adormilado, vuelves a intentar coger el hilo, a recuperar la frescura, el ritmo. Parece que estás en otro país, tú gateas mientras los demás corren.
Entonces te levantas, alzas la voz, intentas correr también, te caes. Repites. Los otros no paran. El ciclo se repite una vez más, esta vez no te caes, no gateas, pero vas despacio, y los demás siguen hablando, siguen creciendo, y tú vuelves a caer, y esta vez te levantas más erguido.
Pero no es suficiente.
Y quieres más, lo quieres todo. Ahora.
Repites.
No es suficiente. Ahora, todo, en el momento, quieres más.
Vives todo con intensidad, no mucha más que antes porque siempre has estado un poco desquiciado, siempre has sido un animal,  sigues disfrutando, pero ahora siempre desconcertado un poco a remolque.
Cada vez entiendes un poco más de lo que se habla a tu alrededor, vas tarde y lo sabes, pero vas comprendiendo qué es lo que pasa.
Hay quién se para a explicarte las cosas, ""lo en-tien-des?", te hablan alto y despacio. Y tú lo entiendes, claro que lo entiendes.
Repites.
Y quieres más. Lo quieres todo ahora.
No es suficiente.
Los demás siguen corriendo, tu trotas. Los demás hablan, tú escuchas.
Repites.
Y quieres más. Y nunca es suficiente. Todo, ahora, ya.
Repites.
Y cada vez estás más cerca.

3.4.13

IRA. / Un post que no tiene nada que ver con estar enfermo.

(Enfadados todos exageramos mucho, una amiga me ha dicho que este texto es muy de loco, quizá un poco lo estoy, pero os prometo que no llegaría nunca a hacer lo que a veces pienso, aunque pensarlo ya sea algo preocupante. Soy un tio pacifico, todo amor y comprensión, de verdad, lo prometo.)

- Quiero matarlo, te lo juro, quiero que desaparezca de mi vida. Hundir su puta cabeza en el barro y no soltar la mano hasta que deje de moverse.
-¿En barro?¿Le quieres ahogar en barro?
- Es que quiero que se ensucie también. Que muera sucio. Embarrado.
Llovía, no había caído una gota en todo el día, estaba soleado, casi cálido pero ahora llovía como si el mundo se fuese a acabar. Había sido un buen día hasta entonces, todo había ido rodado. Chupa de cuero, zapatillas ligeras de lona, un largo paseo y una visita al médico que se había saldado con un gran consejo, más sexo y más bici.
Había comido bien, había empezado a leer un par de libros interesantes para unos proyectos de futuro, había visto a una mujer preciosa volverse aún más bonita, había tocado la guitarra, buena mierda además, habían salido un par de canciones curiosas.
Pero ahora la ira se arrastraba por sus venas como un veneno, como una salsa espesa que hacía a su corazón latir con más fuerza, con más intensidad. Su cerebro se estaba emponzoñando, su amigo le miraba asustado, sin saber bien que hacer.
- Estoy muy hasta la polla de esta mierda, no sé de dónde cojones sale esta gente, a qué coño se dedica, qué hace con su vida que tiene que andar tocándome a mi las pelotas.
- Hombre, no es por joder, pero te lo has buscado tú solito.
Sus manos se cerraban en dos puños apoyados sobre la mesa mientras él trataba de esquivar la mirada de su amigo. Todo se nublaba, una neblina roja que hacía que la violencia, como única solución, cobrase aún más sentido. Estaba en desventaja, la ira hacía que no pensara con claridad, quería matar o morir, tenía calor, sudaba.
La lluvia golpeaba la ventana como queriendo recordarle que tenía una misión, un repiqueteo que en su cabeza sonaba como un bombardeo, como una confirmación de que todo lo que quedaba por hacer era matar o morir.
- Matar o morir Manu, matar o morir, no encuentro otra solución a esto.
- Piensa en cosas bonitas tío, no sé, pechos, Potente, ¿pechos potentes? O si no en la carcel, barrotes, jabón, duchas.
Dos imágenes en su cabeza, Potente y duchas, estaba un poco más calmado, pero ahora se había puesto cachondo.
El té aún humeaba en la taza delante suyo. El local era gris azulado, con unas mesas de madera aparentemente recogidas de la calle, las sillas también, sin casar unas con otras, eran restos de otros locales, otros espacios, que junto con la barra y una estantería de farmacia antigua o de archivador de cajón pequeño que ocupaba toda la pared detrás de él formaban un espacio compacto, acogedor y familiar. Las lamparas que colgaban del techo eran bombillas dentro de una estructura metálica ceñida a la forma de estas y sostenidas bajo un plato metálico, le recordaban a las de una mina de los tiempos del "far west". La barra alargada en forma de "L" tenia un expositor para tartas vacio, tres grifos de diferentes cervezas internacionales y a tres parroquianos, hombres mayores, perdedores de barrio, historias vivas que se arrastran por una ciudad que en cuestión de minutos se le había vuelto hostil.
- Las palabras no se me quitan de la cabeza, no puedo tío, en serio, no puedo más.
- Hombre, tampoco es para tanto, es decisión suya, lo que otros digan no va a cambiar la manera en la que ven el mundo, no te rayes más, además…
- Además los cojones, es putamente trágico, ¡LE VOY A RAJAR!
- Va, a tope entonces, yo te hago de coartada.
Pasaban coches de vez en cuando por la ventana en la que la lluvia seguía con su redoble de tambores, coches antiguos, contaminantes, coches de un país en crisis que, como la ira, formaban un flujo de suciedad y ruido en su cabeza. No veía nada más, no oía nada más que su corazón bombeando en las sienes, repitiendo una y otra vez las palabras que había oído. Una y otra y otra y otra vez. El móvil sobre la mesa sonó de golpe sacando a los dos de su conversación. Quizá era la respuesta que él esperaba, quizá era alguien capaz de hacerle salir de ese estado homicida en el que se encontraba. Miró esperanzado, buscando una salida, como quien desde el fondo de un pozo mira hacía la luz que le llega desde lo alto y como quién se encuentra en un pozo, si bien el mensaje que acababa de leer le había bajado un poco el calentón, no alcanzaba la salida, entonces supo, en ese momento que lo mejor sería beberse el té cuánto antes y salir de ese bar, de esa ciudad, encerrarse unas horas, desconectado y no pensar en nada, dejar que la ira se diluyese en si misma hasta nuevo aviso.
- Manu me piro, que se me está yendo la olla.
- Va voy contigo que o te pongo correa o aún le pegas un mordisco en la cara a alguien.
- Eres un gilipollas.
- Si pero te quiero hermano.
- Y yo a ti.
- ¿Quieres que la liemos de alguna manera?
- Pues no estaría mal, pero a mi hoy se me puede ir de las manos un poco.
Salieron a la calle, bajo la lluvia, tapados todo lo que podían dentro de sus parcas andando rápido pero disfrutando de mojarse, en esto eran aún como niños pequeños, unas cuantas gotas no les asustaban. Él notaba además como el agua fría en sus manos iba calmando sus nervios, se quitó la capucha y dejó que la lluvia fría golepase su cabeza, notó las gotas arrastrarse por su nuca y su frente y así poco a poco ya no quería matar a nadie, sintió cómo la pelea estaba ganada, no era necesario llegar a las manos, o más allá.
La verdad es que ya casi ni recordaba qué es lo que había pasado, así es la ira, como viene se va, ahora la lluvia y su amigo le acompañaban calle arriba, ninguno de los tres tenía prisa, los coches seguirían durante todo el día llenando la ciudad de suciedad, las historias del barrio seguirían en los bares, o resguardándose en sus casas, los modernos seguirían sorbiendo sus cafés de cafetera italiana especial y por ello más caros, y habría mil oportunidades más para dejar que la ira tomará el control.
Mil imbéciles, mil palabras fuera de lugar, mil momentos raros, mil contratiempos, mil excusas. La ira encuentra un camino siempre. Pero así como viene, también se pasa.
- Tío ya no le quiero ahogar en barro.
- ¿No?, ¡Qué cosas!
- No, ahora sólo quiero hacerle comer su propia mierda.
- Tienes mucho estilo.
- Sí, y soy todo amor.
Siguieron andando, Manu rodeó los hombros de su amigo con un brazo y giraron en la primera esquina.
En Madrid seguiría lloviendo al menos unas horas más. El día no iba a terminar bien, no tan bien como había empezado, pero por suerte no habría que lamentar perdidas humanas, ni materiales. Todo estaba tranquilo.

1.4.13

Volver a ser listo. O la necesidad de acercarse a una noción de inteligencia mínima. / 1 año 32 días


Me habían dicho que la quimioterapia te freía el cerebro por un tiempo, que perdías mucha de la capacidad de concentración, de análisis, que te volvías un poco mas lento en lo que a procesos intelectuales se refiere. No me lo había querido creer, pensaba que era solo una de las consecuencias el hospital, del cansancio y del aislamiento.
Vi cómo me costaba leer algo con sustancia dentro del hospital, como no era capaz de escribir con coherencia hasta que me forcé a ello, aunque  tampoco es que ahora la coherencia me sobre la verdad. No escribo, no medito lo que tecleo, vomito, si más, uno de los efectos secundarios mas comunes de la quimioterapia en este caso en forma de textos. Lo único que toleraba eran series fáciles, películas ligeras, o programas absurdos en la televisión esto y música, mucha música, lo que ha contribuido a la parálisis cerebral a la que me enfrento.
Salí del hospital y pensé que había mejorado algo, que era capaz de sintetizar, de leer, comprender, resumir y escribir algo inteligente, con sustancia, algo útil, a hostias me he dado cuenta que no es así.
Es verdad que tareas mecánicas, repetitivas, aunque conlleven algo de dificultad, como editar video, ya cada vez las hago con más soltura, pero un chimpancé entrenado también puede, y al menos ellos saben disfrutar de las pequeñas cosas.
Nunca me he considerado muy inteligente, pero si que sabia que tenia una buena capacidad de síntesis, siempre he sabido entender las cosas que me rodean, analizarlas, realizar una critica constructiva, escribir sobre ello y razonar lo que digo. Era bueno elaborando discursos, contando historias con contenido, con interés mas allá de "mira qué bien/mal lo paso" o "así es como compro el pan". Eso ahora lo he perdido.
Estoy notando lo mucho que me cuesta leer los libros que necesito para mi Proyecto de final de carrera, como me cuesta entender, mantener la concentración sin perderme en tonterías y tener que volver páginas atrás. No soy capaz de explicarme a mi mismo lo que leo, lo que necesito saber, me siento como un niño de 10 años tratando de comprender química avanzada, qué coño, me siento cómo yo mismo tratando de entender química avanzada cuando lo que estoy leyendo es teoría del cine, tipos de documental o reseñas de películas.
Quiero volver a ser listo, o al menos si no era listo, recuperar mi estado de estupidez controlada. Quiero ser capaz de mirar una obra de arte otra vez y recordar los referentes que conozco, entender lo que veo. Ver películas y recordar el director o saber lo que me están queriendo decir más allá de la superficie, de la contemplación, leer mejores libros, recordar lo que he olvidado.
Me siento intimidado por gente con la que antes disfrutaba hablando y siempre intento tapar huecos con bromas absurdas, conversaciones banales o referentes fáciles y rápidos, me da vergüenza que vean lo lejos que me he quedado. Compañeros de carrera, amigos, gente a la que siempre he respetado y con la que he podido hablar, si no de igual a igual, porque siempre me han enseñado cosas, al menos en un nivel similar, ahora los veo lejos, en un lugar al que no se si podré volver a llegar a tiempo.
El tiempo para el proyecto final se acaba, porque el tiempo no espera aunque tu vayas más lento, y yo no avanzo, y no sé ni como hablarlo con mis tutores, porque no quiero utilizar excusas, porque quiero correr, porque quiero recuperar mi puto ritmo de una vez.
Siempre pensé que lo difícil sería la recuperación muscular, volver a ser fuerte físicamente, pero me estoy dando cuenta de que lo más difícil y lo que más me duele es que la recuperación intelectual está siendo mas lenta de lo que me esperaba.
Me falla la creatividad, la frescura a la hora de tener ideas, me falta la velocidad de respuesta, la comprensión, me falta seguridad, necesito ser capaz de llegar una vez más donde podía llegar antes.
Yo fui un poco listo una vez, os lo prometo. 
Sabia cosas. 
Escribía sobre cosas mas allá de mi ombligo peludo. 
Disfrutaba con las cosas de pensar, esas que te hacen pasarte un rato dando vueltas a un concepto. 
Las cosas de la gente lista.
Yo disfrutaba con cosas.
Cosas de pensar.
Pensaba cosas.
Las cosas.
Cosas.

Pensaba.

Ahora tiendo a rascarme la entrepierna y la barriga, como un monete, tratando de entender como se usa el mando a distancia de casa de mis padres, intentando descubrir la mágica razón por la cual las páginas de los libros pasan sin decirme nada y abrumado por las cosas de las que hablan las gentes con gafas de listo. 
Todo muy desconcertante, muy loco, muy difícil.

No entiendo nada.