2.9.16

Diga 33.

He dormido poco, bien, profundamente, pero poco.
Ayer a las doce en punto mi pareja me felicitó y me hizo unos regalos increíbles, como si vivir conmigo y aguantar mis neuras fuera poco regalo. Mi perro, que no tiene ni idea de qué pasa, básicamente porque es un perro y de esto entienden más bien poco, se acercó a que le acariciase antes de meternos en la cama, restregando su cabeza contra mi pierna y mirándome con el hocico muy cerca, su particular versión de un lametón.
Como siempre me sorprendí pensando en lo mismo de todos los años, de todos los cumpleaños desde hace no sólo cuatro años cuando me hicieron el transplante, sino desde los diecinueve, cuando tuve la primera leucemia, y es que, ¡joder!, he cumplido un año más.
Es una sensación complicada la de llegar a una edad a la que sinceramente no creías que llegarías, a la que en tantos momentos te dijeron que no ibas a llegar.
Por esto se me hace raro siempre cumplir años, porque en cierto modo parece una prórroga, un tiempo añadido y otro año más por delante, 365 días de incertidumbre, 52 semanas de planes, sólo 52 semanas, visto así un año parece muy poco.
Me da vértigo, se me acumulan sentimientos que se me hacen bola, me siento solo, luego no, desgraciado, luego feliz, al final es una especie de estupor que hace que no sea capaz de reaccionar con claridad y entonces estoy enfadado y no sé bien dónde o cómo pisar y al final me pongo triste, por no saber sentir otra cosa, luego se me pasa, justo cuando empieza el follón de las felicitaciones y el amor, de darte cuenta de la gente que está contigo y que te quiere.
Cuando has pasado por un trance tan cercano a la muerte, en varias ocasiones, la sensación de sobrevivir es rara, es un sentimiento que tienes todos los días desde que te levantas hasta que te acuestas y que algunos llevamos peor que otros, por ser tan difícil de describir y de sintetizar, por lo que te hace en la cabeza y porque, al menos yo, no sabes donde colocarlo para que no moleste, como esa última caja de una mudanza que se eterniza y que no quieres abrir.
Ya tengo 33 años, hoy, de estos 33 la vida me debe al menos 3 (Manu, vas por mal camino si crees que la vida te debe algo), y sea como sea los tengo que recuperar, empezando por llegar a los 34 con algunos deberes hechos.
Al final supongo que todo se reduce a eso, a hacer los deberes, dejar de preocuparte por "estoy vivo o no", "me lo merezco o no", y simplemente trabajar por aprovechar lo que quede, hacer lo que no has podido hacer, esforzarte y llegar con soltura al siguiente cumpleaños.
Soy un poquito lento sintiendo las cosas y un poquito gilipollas y raro en general, malhumorado y algo payaso, pero ¡eh!, tengo 33 años ya, ¡quién nos lo iba a decir hace 4 años!