17.7.13

Paula.

No soy muy dado a descripciones personales directas, bueno igual un poco sí, incluso a veces hago post dirigidos, pero me da la sensación de que nunca he sido tan directo como lo voy a ser esta vez.
Conocí a Paula hace unos meses, primero en la red, como un ente que me hacía mucha gracia en Twitter, ingeniosa, mordaz, divertida, llamaba la atención, a veces con tweets un poco absurdos otras veces con recomendaciones de música, ilustración o algún .gif curioso, gracias a ella además conocí Rhye, un grupazo.

Ella no me seguía al principio, me lo tuve que ganar, fue duro, pero al final vi el aviso en mi mail, "Paula te está siguiendo en Twitter", oye, me hizo ilusión qué queréis que os diga. Me cagué un poco encima. (Luego resulta, ahora que estamos juntos, que casi nunca me lee...)
Supongo que estas cosas empiezan un poco así, de ahí a mensajes directos, algún mail, yo cada vez más interesado y al final conseguimos quedar.
Fue una pasada, desde el primer día, hace ya unos meses, cuando quedamos a tomar un café y entró de golpe en mi vida. No me olvidaré nunca de su camisa, su colgante o su escote, que mire sin que ella lo notara. O eso creo.
Ella cambió muchas cosas sin saberlo, ese mismo día, me hizo verlo todo de otra manera, me hizo arriesgarme y mereció la pena.
Sin entrar en detalles ni etiquetas, sólo puedo decir que me gusta estar con ella, que la quiero, que esto que siento, lo que tenemos, es una pasada, algo que pensaba que no tendría ni sentiría por nadie. No sé, de pronto todo encaja.
Pero lo suyo es presentar a Paula, describirla, que entendáis por qué ha pasado esto, por qué me ha pasado esto.
Cuando miras a Pau lo primero en lo que te fijas, es en su sonrisa, enmarcada por su pelo corto, pelirrojo, con sus dientes brillando y dejando ver el piercing que lleva en el frenillo de la encía. Tiene unos ojos oscuros que te miran detrás de unas enormes gafas de pasta, algo rasgados y que acompañan la manera en la que ríe levantando sus cejas afiladas. 
Si continuas bajando la mirada verás un cuello esbelto donde normalmente hay algún colgante que lleva tu mirada directa a su escote, el gran escote de un pecho precioso, para que nos vamos a andar con rodeos, Paula tiene unas tetas muy bonitas. Si sigues bajando la mirada llegaras a la cintura y a la cadera, ella me miraría raro ahora, esperando a ver qué digo, lo único que os puedo contar sin que me mate es que cuando puse mis manos sobre ella por primera vez no me podía creer lo suave que era su piel, la forma preciosa que notaba con mis palmas mientras la besaba y acariciaba o cómo me gustaba notar la tela suave de la camisa en el dorso de mi mano a la vez que agarraba su cintura.
Sus muslos, su culo, sus pantorrillas, tatuadas con el estribillo de una de las canciones más importantes de mi vida, hacían que todo encajara poco a poco.
Paula es sin duda la mujer más preciosa que he tenido entre mis brazos, soy un tipo con suerte para estas cosas.
Fuera de lo físico, que no mencionaré más porque, como he dicho antes, me puede matar lentamente cuando lea esto, lo que más me llamó la atención de ella era lo propensa que es a la sonrisa, a la mirada directa, a la carcajada. Paula se sabe reír y eso no es algo que todo el mundo sepa hacer aunque parezca mentira. No sólo eso, ella es empática, inteligente, perspicaz, lista, quizá demasiado a veces, pero sobre todo es una mujer increíblemente generosa. Lo que sin duda es una de sus mayores virtudes y a la vez no. 
Paula lo da todo por los demás, se deja enmarronar, se preocupa, sufre y se hunde si alguien a quién quiere lo está pasando mal, se preocupa mucho más de los demás que de si misma y esto, estos días, le está pasando factura. Me encantaría encontrar una formula para que ella misma se vea un poco como la veo yo, como sé que la ven otros, que sea consciente de la imponente imagen que proyecta, de lo atractiva e interesante que es.

Para mi se ha convertido en un pilar, en algo importante, lleva poco tiempo en mi vida, pero de alguna manera la forma en la que ha entrado en ella, sin avisar, teniendo en cuenta todo lo que me pasa y no pidiendo nada a cambio mientras ella lo da todo, ha hecho que la necesite, que la quiera, que me enamore de ella (y yo estas palabras no las uso a la ligera). 
Paula desde el primer día comprendió todo, me ayudó más que mucha gente y aun no se como pagárselo. Lo que intento es que por mi parte todo para ella sea fácil, ser una vía de escape de los marrones que le puedan estar cayendo. Honestamente, no suelo conseguirlo y muchas veces soy un marrón más, pero estoy trabajando en mejorar mi carácter y mi situación.

Los días a su lado pasan a un ritmo diferente, siempre tengo ganas de verla, pienso en ella cuando no está, veo cosas que le gustarán y que quiero que compartamos y luego cuando al fin la veo siempre tiene algo nuevo que enseñarme. Es una de las mejores cosas de Paula, que siempre aprendo algo nuevo.


A día de hoy, no tengo claro si sabría vivir sin que ella, de alguna manera, siguiera en mi vida. 
Esto es así.

4.7.13

De la Calle del León a la Calle del Espíritu Santo.

Te levantas, has dormido poco, estás cansado, ayer el sexo se te fue de las manos una vez más y no pensaste que hoy tendrías que ir a trabajar.
Te metes en la ducha mientras ella se seca el pelo, está preciosa, no estas seguro de cuando ha salido de la cama pero crees recordar un beso y su piel húmeda dándote los buenos días.
El agua de la ducha está fría, en estos días de verano es lo mejor, en el baño se apilan distintos botes de gel y champú, esponjas de nuevos compañeros de piso, toallas húmedas, productos de belleza femeninos y cuchillas de afeitar. 
Todo es nuevo menos la sensación. Esto ya lo has hecho antes, no es la primera vez que te vas, no lo recuerdas exactamente, no es lo mismo que otras veces pero te resulta familiar. 
Una casa nueva una vez más.
Sales de la ducha y ella casi está lista, camisa blanca, con los dos últimos botones sin cerrar para que asome un poco el sujetador y la poca brisa que haya a estas horas la refresque un poco, tú lo agradeces, ese escote merece estar a la vista. Su falda corta vaquera deja ver unos muslos y unas piernas aun no oscurecidas por el sol, suaves, firmes y que terminan en unas Vans negras de lona. Es un privilegio poder verla desde el primer minuto del día, convierte lo jodido de madrugar en algo completamente diferente.
Ahora el espejo es tuyo, el catéter asoma de tu pecho, es un recordatorio constante de tu fragilidad, una fragilidad que hoy importa un poco menos, ayer todo fueron buenas noticias con tu médico y tienes un mes más de tregua, todo sigue bien. 
Te ves más delgado, más fuerte, las ojeras te las ganaste anoche a pulso, a golpe de cadera, lengua, sonrisa y bofetón, las agujetas tienen también algo que decir al respecto, pero son dolores agradecidos que te recuerdan que tu estado físico sólo va a mejor, igual que tu vida por mucho que seas un neurótico.
Terminas de vestirte, no hay tiempo para desayunar pero te da igual, bajas las escaleras de tu nuevo edificio y sales a tu nuevo barrio, que a estas horas es totalmente diferente a lo que viste ayer al llegar a casa. No quedan guiris borrachos, los bares están cerrados, sólo algún camión de reparto que atraviesa ruidoso y un par de viejos que no dejan pasar desapercibido el precioso escote de esa sonriente pelirroja con la que has salido del portal.
Esta es tu nueva rutina, podrás ir andando al trabajo, podrás despertarte algún día con ella, ya no estarás lejos de la ciudad donde pasa todo. No más coche, ni cercanías, por fin, de nuevo, tus pies y tu bici te van a llevar a cualquier parte.
Todo vuelve a empezar, después de dos años vuelves a una dinámica conocida que has echado de menos, en una ciudad a la que nunca quisiste volver y de la que ahora ya no quieres irte. Has echado un ancla o has terminado por aceptar la cadena que te pusieron al cuello y de la que ahora sólo queda un pastillero y un tubo blanco en tu pecho para recordarte todo lo que has pasado y lo que queda aún por pasar.
Cruzas Gran Via, ahora caminas sólo después de que ella se desviara hacía el metro y tú disfrutaras del espectáculo de verla caminar alejándose de ti, los tatuajes en sus gemelos siempre te hacen sonreír y ese culo no tiene precio. 
La calle Fuencarral a estas horas es incluso agradable y no ese hervidero de gente deseando gastarse dinero en el que se convertirá en unas horas. Disfrutas de tu café para llevar, poco a poco, aunque sea una mierda de cadena americana a la que juraste no volver, a estas horas, con este sueño y lo redonda que está siendo la mañana lo disfrutas. La música que suena en los cascos, la gente, sus caras de mierda en contraposición con tu sonrisa de gilipollas con la que dices a todo el mundo "joderos, mi mañana está siendo de puta madre" y la perspectiva de empezar a currar en el estudio otra vez y de una manera más regular, están terminado de ponerte de un buen humor bastante inusual en alguien con tu carácter, estás tan contento que hasta mandas un mensaje a tu ex para tomar un café con ella y ver cómo le va la vida, echas un poco de menos su sarcasmo y su buen humor en estas ocasiones.
Esta vez todo marcha bien, no hay un último giro de guión, no hay un pensamiento negativo, ni miedo, nada. Esta vez entras en el estudio, te sientas delante del ordenador y con la misma sonrisa con la que has salido de casa das al play, te tomas las nueve pastillas del tirón con un zúmo y como una persona normal te pones a currar.
Hoy parece que todo encaja que todo va a ir bien.

Porque, joder, quizá y sólo quizá, puede que todo vaya bien.

2.7.13

"Buenos días, puto gordo."

No sé si dice mucho de mi empezar un post citando a Almodovar, no soy demasiado fan de su trabajo, del primero si, "Entre tinieblas" es una locura, y de lo más reciente "Todo sobre mi madre" y "Volver" no están nada mal, pero he de admitir que me parece muy sobrevalorado. A lo que iba. Almodovar en una entrevista decía que "hay días en los que uno se levanta más gordo y más feo", tuve que darle la razón.
Hay días en los que la moral no sólo no acompaña sino que destruye todo el poco amor propio que puedes tener, sin saber exactamente si es por nervios o cansancio, o sólo porque has pisado con el pie equivocado al salir de la cama y el día se te ha torcido sin darte cuenta. 
Te miras en el espejo del baño justo antes de entrar en la ducha y sientes una pequeña lagrima descender por tu mejilla, figuradamente, que mata la poca autoestima que reservabas de lo guapo que te viste una vez, hace años. 
En este tipo de días lo que veo es un cuerpo destruido después de un largo periodo de inactividad, con un catéter asomando por el pecho, algunas cicatrices, ojeras por el cansancio y una cara derrotada que me devuelve una mirada somnolienta que parece decirme con desgana "Buenos días puto gordo, vaya pinta de mierda tienes hoy", este es el nivel de autoestima que se tiene en mañanas como estas.
La polla mas pequeña del mundo, la barba menos cuidada del país, la barriga más fea, las estrías mas horribles (os recuerdo que en el hospital tuve unos cambios de peso de 105kg cuando entre, 140kg al volver de la UCI y 80kg cuando salí, lo que peso ahora me lo voy a reservar porque es uno de esos días en los que creo que es demasiado, esos cambios de paso tan rápidos y radicales te joden la piel) unas ojeras como el cañón del Colorado, una piel enfermiza y blanquecina y un cuerpo sin tono muscular. Así me veo, así me vendo. 
Otros días tengo que admitir que me miro y lo que digo es "Joder, eres un puto dios dorado", no tengo claro si subo o bajo.
Estos días de poca autoestima cambian por completo tu manera de interactuar con el mundo, o sobrecompensas, te pones graciosillo, efusivo, nervioso, sin poder parar de hablar, o te hundes en la más absoluta miseria y tratas de pasar desapercibido.
Yo casi siempre que estoy en la víspera de una consulta, a la espera de resultados, como hoy, sin poderlo evitar, me inclino hacia pensamientos negativos, absurdos casi siempre y arrastro todo lo demás con ello.
Son días en los que no sabes si quieres estar acompañado, porque crees que eres un peñazo mientras miras a un punto perdido en la pared pensando que podrías perderlo todo en unas horas, o en los que te mueres de ganas de pasar la noche acompañado, porque podría ser la última. 
Esta manera de ver el mundo donde cada mes podría terminar todo empieza a ser agotadora.

Normalmente soy un tío bastante bueno, seguro de si mismo en algunas cosas y con toda la vida por delante, pero hoy y cada mes por lo menos un día, soy un enfermo, gordo, cansado, al que puede que sólo le queden unas pocas horas de libertad.

Así es vivir con revisiones médicas por un trasplante de médula siendo un neuras como yo.