17.10.13

Efectos secundarios.

A continuación, después de la reflexión, hay una lista de los efectos secundarios de las medicinas que tomo, a lo que quiero llegar con todo esto es que en muchas ocasiones, y sin querer utilizarlo como excusa, los enfermos de larga duración nos volvemos personas apáticas, irritables, confusas, nos cuesta un poco más de lo normal hacer cualquier cosa. Además de lo que ya nos limita nuestra enfermedad, llevamos encima lo que los medicamentos que necesitamos para combatir los síntomas de lo grave, nos pueden causar.

Yo no tengo todos los efectos secundarios que aquí menciono, de hecho diría que sufro pocos de ellos, pero si que hay cosas que noto, que me hacen ser, en ocasiones, alguien que no soy.
En esos momentos en los que alzamos la voz, no podemos salir de la cama, tardamos más en reaccionar, no pensamos con claridad, en estos momentos en los que luchamos contra nosotros mismos, es cuando es aún más frustrante todo, porque al menos yo, noto como pierdo el control, como se me van algunas reacciones de las manos, veo, casi desde fuera, como cambio, como me vuelvo lento, irritable, poco razonable, o me pongo triste sin motivo. Veo cambios físicos de un día para otro, que pueden o no ser reales, y siento que no rindo todo lo que puedo, podía o debería rendir.
No es una excusa, no quiero un trato diferente, no necesito que me traten diferente, supongo que lo que no sé todavía, y ya debería saber, es lidiar con esto, llevarlo mejor y saber reconocer los momentos en los que las medicinas, la situación, se me va de las manos, sobre todo para avisar a la persona que tengo delante que sin quererlo se come estos estallidos, o estos momentos de ser más una planta que una persona que tengo.
He dejado de hablar en plural porque no sé cómo lo llevan los demás, porque de esto no suelo hablar con otros enfermos, al menos no a menudo, aunque igual debería hacerlo.
Lo peor de todas formas es la sensación de llevar un peso encima, algo que no te deja moverte a la velocidad adecuada, la sensación de no jugar en la misma liga que los demás.
No es excusa, la vida no espera a nadie y siempre tenemos que intentar ser lo mejor que podamos, aunque eso signifique conseguir alcanzar un ritmo similar a lo que éramos antes de la enfermedad y las medicinas.
Luego si no, siempre podemos ver “Quién quiere casarse con mi hijo” y ver que en el mundo hay gente que lo lleva mucho peor sin tomar nada.



Ahí van, LA LISTA, el festival, los efectos de tres de mis siete medicinas, las que tienen peores efectos.

1.

Dolor de cabeza, diarrea, acidez, gases, mayor crecimiento de vello en la cara, los brazos o la espalda (pero no en la cabeza, desgraciadamente), crecimiento de tejido adicional en las encías, acné, bochornos (además de los provocados por la estupidez inherente de la persona), temblor incontrolable de alguna parte del cuerpo, ardor u hormigueo en los brazos, manos, pies o piernas, dolor en los músculos o articulaciones, calambres, dolor o presión en la cara, problemas en el oído, agrandamiento de los senos en los hombres, depresión, dificultad para dormirse o permanecer dormido.
Estos eran los comunes, vamos con los graves y más raros:
Sangrado o moretones inusuales, piel pálida, coloración amarillenta en la piel o los ojos, convulsiones, pérdida del conocimiento, alteraciones del comportamiento o del estado de ánimo, dificultad para controlar los movimientos del cuerpo, alteraciones de la vista, confusión, sarpullido, manchas moradas en la piel, hinchazón en las manos, brazos, pies, tobillos o pantorrillas.
Estos son sólo los efectos secundarios de una de las 7 medicinas diarias. Vamos a repasar los de otra.
Osteoporosis, depresión, ansiedad, gastritis, hipertensión, ictus, hipotiroidismo, lesiones digestivas perforantes, hinchazón general, amenorrea y retinopatía, aumento del apetito, irritabilidad, insonmio, hinchazón en las extremidades inferiores, náuseas, debilidad muscular y mala cicatrización. Efectos que pueden permanecer años después del fin del tratamiento.



2.

Vómitos, diarrea, mareos, cansancio, agitación, dolor en las articulaciones, pérdida del cabello, cambios en la visión, urticarias, sarpullido, dificultad para respirar o tragar, hinchazón, ronquera, taquicardia, debilidad, palidez, insomnio, sangrado o moretones inusuales, sangrado al orinar (problemas de riñón en general), dolor de estómago o calambres, cefalea, confusión, comportamiento agresivo, dificultad para hablar, ardor o cosquilleo en brazos y piernas, incapacidad para mover partes del cuerpo, temblores, crisis convulsivas, pérdida de la conciencia.



3.


Muy raros: Diarrea acuosa, calambres de estómago y fiebre (estos son los síntomas de la infección que tratan con este antibiótico, en este caso al menos).
Convulsiones, cosquilleo, dolor o entumecimiento (neuropatía).
Raros: Erupciones graves en la piel, perdida de apetito, color amarillo en la piel y ojos y orina de color oscuro, estómago doloroso a la palpación. (Problemas hepáticos), aparición de hematomas, hipersensibilidad, hipoglucemia, alucinaciones, paranoia, cambios de opinión, depresión, inquietud, sueños anormales o pesadillas.
Vamos con el festival. FRECUENTES: Insomnio (one more time, y esto es un 3 de 3), dolor de cabeza (otro 3 de 3), infección por otras bacterias u hongos, estrés, ansiedad (mira otro repetido), confusión, nerviosismo, somnolencia, temblores, vértigo (cuando se repiten es cuando es más divertido).
Cambios en el sabor de las cosas, gases, dolor en la zona del estómago, prurito, dolor muscular o en las articulaciones, debilidad generalizada, trastornos en la vista o el oído, taquicardia, debilidad muscular (se repite también, no es que me repita yo)

Y en este caso los efectos siguen una página más del prospecto, pero son de los de 1 de cada 10.000 pacientes y no creo tener tan mala suerte.
Con esto os vais haciendo una idea.



10.10.13

Endorfinas contra la tristeza, Cabrales contra el dolor.

Es como una bola de mierda caliente y humeante latiendo dentro de ti, un nudo en la garganta, por muy típico que suene, ganas de hacer algo y no saber el qué, una sensación odiosa, pesada, gris.
Es un sentimiento opaco, no te deja pensar con claridad, no sabes reaccionar, no sé cómo reaccionar.
Da igual lo que hayas vivido anteriormente, da igual cuantas hostias te hayan dado, porque cuando una de ellas te pilla de improviso, en ayunas, despistado y quizá un poco vulnerable, la hostia te la llevas como si fuera la primera vez.
Aún no he comido hoy, sé que si como algo lo veré todo más claro, el queso da la felicidad y no es una amenaza pero tengo mucho queso en mi poder ahora mismo.
Hace que tu cuerpo parezca más pesado, tu cabeza más lenta y tú te vuelves más hostil, menos razonable. Podría matar a alguien con mis propias manos ahora mismo, pero esta sensación seguro que me haría dejarlo a la mitad porque la desidia y la tristeza siempre vienen juntas.
Me han dicho últimamente que no soy demasiado empático, que soy muy didáctico y racional cuando alguien me cuenta algo que le ha pasado, supongo que es parte porque sentimientos como este, esta tristeza extraña, me cuesta mucho compartirlos, porque casi siempre es irracional o no me creo con derecho a sentirla.
Soy una persona muy sensible, no me da miedo decirlo, los que me conocen bien lo saben, pero todos nos guardamos cosas, yo uso el blog, en ocasiones, como vía de escape de estos montones de mierda, si lo cuento aquí, si hablo de lo que siento, no tengo porque demostrarlo en persona, ya lo habrán leído los que lo tengan que haber leído.
El queso va haciendo su efecto, endorfinas contra la tristeza, cabrales contra el dolor.
Todo está un poco más claro. La sensación sigue ahí, pero ahora sabe diferente, huele diferente.


Voy a seguir comiendo, sólo quería dejar aquí un poco de mierda.

7.10.13

Isabel. Una hermana.

Tengo una hermana, bueno tengo dos hermanas y un hermano, pero hoy sólo hablaré de una de ellas, de la mayor, porque ayer fue su cumpleaños y soy un descastado y no le dije nada.
Soy un descastado y un despistado y bastante torpe.
Isabel, mi hermana, es una mujer con carácter, tanto como yo, de los cuatro hermanos podríamos decir que ella y yo siempre tenemos la culpa de lo que pasa en casa, bien porque la tengamos de verdad (ambos opinamos que pocas veces pasa) o porque discutimos casi siempre, sino como deporte, como una manera especial de comunicación, es un poco nuestro rollo, somos unos toca pelotas, ella lo negará y se estará riendo o cabreando, pero es porque tenemos convicciones fuertes y siempre tenemos razón.
Isabel es madre de tres hijos, dos niños y una niña. Tres niños brillantes, cada uno con un carácter totalmente distinto al otro, tres niños increíbles, los mejores sobrinos, en los que se reconoce la educación que les dan sus padres, sus abuelos y de vez en cuando, cuando vienen a España, sus tíos.
Mi hermana es desordenada, ella me miraría mal ahora mismo, me diría que menuda imagen doy, pero yo soy desordenado, como ella. Somos de estas personas que saben donde esta cada cosa aunque no esté en su sitio.
Nunca he hablado con Isabel directamente de algunas cosas que quiero compartir aquí, porque escribirlo es más fácil, y porque quiero que sepáis qué clase de mujer es mi hermana mayor.
Isabel estuvo lejos la primera vez que tuve leucemia, estaba dando a luz a Diego, el primero de mis sobrinos, y ella no sabe lo mucho que la eché de menos, sé que lo paso mal estando tan lejos, pero la razón era la mejor razón por la que no poder venir. Estuvo ahí, aún sin estar, eso es lo que importa al final. Sé que a mi hermana, por razones que no hace falta comentar, le dolía especialmente tener a un hermano en una situación tan grave como la mía, no me imagino el miedo que han pasado los que estaban a mi alrededor, el miedo que pasan, no me imagino el miedo que pasa ella.
Pero es esta segunda vez, en esta recaída, cuando está más presente, más encima, llamando, viniendo siempre que ha podido, quedándose en el hospital, como queriendo recuperar el tiempo perdido. No fue la única, mi madre y mis amigos me matan si no lo digo, todos me cuidaron muchísimo, pero este texto va sobre ella.
Promovió la donación de médula en su ciudad, donde no había ningún movimiento para ello, se puso en contacto con la Fundación Josep Carreras, estuvo siempre pendiente de las noticias, de otros enfermos, de darme información, me puso en contacto con los Pelones Peleones, me llamaba, me preguntaba. Muchas veces se ponía, se pone, un poco pesada “come sano”, “el ajo es buenísimo”, “he leído que las semillas de -nombre raro aquí- son buenísimas para las defensas”. Ahora me manda cosas de videos y bicis, cosas que me puedan gustar por Facebook o me lo comenta por teléfono.
La recuerdo en los días en la UCI, recuerdo poco de esos días, estaba muy drogado, pero tenerla ahí, que esta vez pudiera venir más tiempo, fue bueno, me hacía sentir bien tenerla cerca.
Me hace sentir bien cómo me mira cuando me ve fuera del hospital.
Me ayudó a tomar alguna decisión difícil, en un paseo por el río, sobre seguir o no haciendo algo que no sabía si iba a ser bueno para mí. Ella no se acordará de esto, porque no le dije lo importante que fue, pero bueno, ahí estuvo.
Soy un tipo bastante seco, no suelo dar muestras de afecto, no sé por qué soy así, pero bueno. Siempre me he sentido muy cercano a ella, no sé si lo sabe, no creo, pero creo que somos los más parecidos de los cuatro hermanos, al menos es en ella en la que veo más cosas parecidas a mi.
Quiero muchísimo a mi hermana Isabel, llevo prometiéndola que iré a Vichy a pasar unos días con ella y con mis sobrinos demasiado tiempo, y creo que el mes que viene me escapo a hacer de tio y hermano un poco.
No voy a decir la edad que tiene, porque está feo, pero hermana FELICIDADES

No te acostumbres a que diga tantas cosas buenas de ti.

Isabel no fue la única que estuvo, ni mucho menos, pero es a la que menos veo, y aunque no se lo diga, la echo de menos.

Hermana joder, ¡que te echo de menos!