30.5.13

Cosas que a veces importan un poco.

Ayer un concepto me voló la cabeza, un concepto en apariencia lógico, tremendamente sencillo y genial precisamente por el planteamiento tan básico que supone una vez que te paras a pensarlo.
Fue hablando del paisaje, como concepto, de pasear, cuando Christian me dijo que para él hay tres cosas que motivan el arte, el amor, la muerte y Dios. 
No lo había pensado nunca, pero creo que tiene razón. Yo lo aplico igual a las personas, estas tres cosas son las que nos mueven a todos y ramificándolas, cubren todos los aspectos de la vida.
Quién no se mueve por amor, quién no sufre, se sacrifica, se preocupa, se carga a sus espaldas los problemas de otro, sea justo o no, y al mismo tiempo quién no se deja llevar por este sentimiento, disfrutando, sintiéndose bien, acompañado, generoso, único. Pero el amor es mucho más y esta claro que el amor por nuestro trabajo, vida, amigos, o por nosotros mismos nos mueve de la misma manera hacia delante, o hacia atrás.
El amor, por muy cursi que suene, es una fuerza poderosa, amamos a alguien, a quien ponemos por delante de nosotros mismos en muchas ocasiones, disfrutamos de amar a esa persona, por muy precipitado que parezca, sufrimos por el final de este amor, tememos los cambios, la muerte del mismo, nos aterroriza que la persona a la que queremos, de una manera o de otra, sufra, y llegamos a tener la sensación de no poder vivir sin esa persona, una necesidad a veces cercana al acto mismo de respirar.
Pero el amor se transforma, y tenemos que vivir con ello, con estos cambios, el amor al final son subidas y bajadas, reacciones irracionales a sucesos y personas reales y por eso da tanto miedo y excitación. 
La muerte conlleva el tiempo, o el final del mismo, al menos para mi, el suceso inevitable, para algunos mas cerca, mas presente, con mayor o menor temor. 
Algunos vivimos con el aviso de una posible muerte repentina, la hemos mirado a la cara y la llevamos detrás como una losa, recordándonos que somos frágiles, pasajeros.
La muerte marca una pauta temporal, un ritmo. A su vez interactúa con el amor, la certeza de la propia muerte como motor para amar más intensamente, la muerte ajena como elemento destructor, como detonante del sufrimiento, una vez más por la manera en la que el amor por la persona que desaparece se manifiesta.
Amor y muerte van de la mano siempre. Y eso es bueno. La muerte como catalizador.
En cuanto a Dios, para mi supone la existencia o no del mismo, el eterno debate, que a su vez lleva inherente la idea de morir y que haya algo más, o dejar de existir y que todo acabe. A mi me reconforta pensar que todo terminará, que hay un final, más o menos cercano, pero que hay un momento en el que todo termina y lo que hayamos hecho aquí no importará, porque no habrá nada más que lo que dejamos atrás, una vez más estoy hablando del amor, del de aquellos que sufrirán nuestra muerte.
A su vez, para algunos, la idea de un Dios lleva consigo la idea de amar, personalmente es una postura que no comparto, pero puedo comprender.

Estos días, de amor y muerte, de la falta de existencia de un Dios que llevamos vividos de este 2013, están afectando de una manera curiosa a mi percepción temporal, por eso la charla de ayer con Christian me dejó como me dejó.
He perdido gente por el camino, todos lo hemos hecho, mucha y muy grande, he llegado a querer a una mujer, en poco tiempo, sin aviso, he intentado "gestionar" sentimientos que no tenia, que pensé que no volvería a tener y a los que aun miro con un poco de recelo en ocasiones. 
La muerte posible, la enfermedad como personalización de un final grabado en piedra, sin fecha pero presente, hace que el tiempo vaya unido irremediablemente a esta idea y siga siendo difícil hacer planes de futuro, esa niebla de la que he hablado ya alguna vez.

Amar, creer, morir, supongo que eso es lo más importante.


Demasiada intensidad para un Jueves a las 17.43, es lo que hay.

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