6.2.13

Los que pudimos morir. / +348 (Cuenta de días arreglada)


Todos.
Todos hemos podido morir en algún momento, algunos lo hemos tenido muy cerca,  hemos tocado esos pelos que sobresalen de las orejas del lobo, hemos olido su aliento y notado la humedad de su nariz rozando con la nuestra, y aun seguimos vivos.
Somos muchos los que hemos luchado y luchamos cada día contra el cáncer, contra una enfermedad, sois muchos además los que os codeáis con la muerte cada día sin saberlo, y aun así, no paráis.
Por qué entonces íbamos a para nosotros, los que tenemos una carga un poco más dura que el resto, por qué íbamos a dejar de luchar.
Somos muchos los que hemos hablado cara a cara con la muerte, y hemos sabido llevar la discusión a nuestro terreno, y otros tantos, que no lo han conseguido. 
La pregunta que me hago cada día, cada minuto que pasa, es qué mérito tengo yo que no tengan ellos, qué he hecho yo bien. La respuesta que siempre encuentro es, NADA, ha sido una pura cuestión de suerte, de estadística, destino, no sé, no ha habido nada en mi mano, nada que yo haya hecho diferente a aquellos que no están, que han pasado una leucemia, como la mía, aunque no hay dos iguales, que han tenido un cáncer, o un accidente, qué he hecho yo entonces, supongo que sólo he tenido suerte.
Suerte de una medula, la de mi madre, semi-compatible, de un equipo médico excepcional, de un apoyo externo único y no merecido, y una habilidad innata para tomarmelo todo a coñá, y cómo diría mi abuela, "que me venga Dios a ver".
Siempre he sido un tipo con suerte, a veces relativa, pero siempre suerte. 
Y si no que se lo pregunten a mis ex, a ver si saben decir cómo ligue con ellas… pura suerte.
Desde pequeño, con accidentes donde me he podido quedar tuerto, o morir si mi hermana no me salva de una caída a una piscina vacía, o si el coche que me atropello en un semáforo no me hubiera impulsado de una manera concreta haciéndome caer sobre mi, en ese momento, abultado trasero.
O los dos ingresos por la leucemia, o la UCI de la que salí gracias a que la medula reaccionó días antes de los esperado.

Lo que creo que nos pasa a todos los que estamos en mi situación, es que hemos sobrevivido, seguimos vivos, y es genial, pero a veces pesa, porque otros no lo han conseguido, y cada uno que se va, es una parte de nosotros, aunque no los conociésemos en persona, cada enfermo que muere, es una derrota que hacemos propia.
Algunos seguimos aquí, habiendo podido morir, esquivando las balas una revisión tras otra, una medula tras otra, y siempre, cuando ese líquido rojo sale de nuestro esternón, cadera, brazo, el lobo se asoma, nos mira y sonríe.
Y por suerte, pura y dura, suerte y en ocasiones moral, supongo, podemos decirle, bien claro, HOY NO, HIJODEPUTA, HOY NO.
En mi caso, me acerco a la revisión del año, y se que todo va bien, porque soy un tipo con suerte, y porque si todo fuese mal, aún así, no iría todo lo mal que puede ir.
Pero eso es lo que nos separa de los que no están, suerte, y eso, es jodidamente injusto, incomprensible y absurdo.
Lo que tengo claro, y es un pensamiento que he ido destilando con el tiempo, es que el saber que la muerte está y ha estado cerca, te hace ver más la vida, no esas chorradas de disfrutarlo todo más y demás mierdas salidas de Paulo Coelho (PUAG), si no ser más consciente de ti mismo, de tu vida, del tiempo.
Para lo bueno y lo malo.

Los que hemos podido morir, que el fondo somos todos, con suerte, aún podemos vivir.
Así que hoy, gritamos todos, por la mañana, cargados de legañas e incertidumbre mañanera frente al espejo. (y hora sí en plan Coelho, pero puesto de coca.)

¡HOY NO, HIJADEPUTA, HOY NO!

Buen día a todos.

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