16.2.13

La Parábola de la "Cabeza en llamas". /+361


La "Cabeza en llamas" arde emitiendo una luz anaranjada, potente, y tremendamente hipnótica, quemando tus ojos cuando los fijas en ella, tus manos al tocarla y desprendiendo un olor dulce que te colapsa y adormece tu razón
Sabes que tus limitaciones, tu vida, tal y como la conoces ahora, no será capaz de manejar ese fuego que te toca y sin consumirte se te mete por dentro, calentando y llenando los rincones donde se esconden tus dudas, las más absurdas y las más terroríficas. 
La luz, tan potente, las ilumina y las hace aún más visibles, te ves capaz de mirarlas directamente a los ojos y ahora, fuera de tu "zona de comfort", sin una mano que te guíe entre las llamas, por fin las reconoces, les pones cara y nombre.

Rocío es una duda pequeña, por ahora tímida, pero que se va soltando a pasos agigantados, te mira al oído, te coge de la mano y te cuenta como será tu vida, y lo que vas a tener que arrastrar, las consecuencias de tus actos y lo que no podrás hacer. Rocío es la que te impide hacer planes reales y ver un futuro sólido.

Paula es potente e irradia una luz cegadora casi como el fuego de la "Cabeza en llamas". 
Es una duda nueva, que te arrastra hacia ella sin que puedas hacer nada por evitarla.
Voluptuosa, atrevida, sugerente y preciosa, te mira y te atrapa en una espiral de la que no sabes, quieres o puedes salir. 
Ella te habla de sexo, de relaciones humanas, de diversión y de limitaciones, miedos, riesgos, esperas. Te habla de la vida que llevaste y quieres volver a llevar y de camas desechas manchadas de fluidos y diversión.

Ainara es una duda más razonable, es la que te habla del porvenir médico, de las posibilidades y los números. Es la que calcula, la que te hace mirar algo que normalmente no quieres, la que se sienta con la muerte a su lado. 
Es alta y esbelta, de pelo largo y oscuro y que te habla con amabilidad y resignación mientras te coge de la mano y camina contigo. Es la duda con la que más tiempo convives, es casi una amiga, familia.

Lucía es rápida, implacable y brutal. Ella te habla de soledad y carga, de dolor y miedo, de debilidad. Te intenta convencer de la obligación del aislamiento. Te dice que deberías estar solo, que nadie se merece vivir lo que te ha tocado vivir solamente a ti. 
Si bien es una de las menos convincentes, tiene el tacto de un martillo forrado de hormigón armado en manos de un gorila cabreado. Y sabe que tu cabeza, corazón y testículos, son objetivos blandos y desprotegidos.

Manuela es la falta de seguridad en ti mismo, la que te dice que no vas a ser capaz de superarlo otra vez mientras te desata los cordones y te quita los zapatos. Manuela quiere que te sientes a esperar que los números de Ainara, los que hablan de muerte, tengan razón.
Es desagradable, con voz chillona y mirada condescendiente. Manuela estuvo mucho tiempo esperando que este momento llegara otra vez, fue Ministra de Sanidad, madre superiora, portera, institutriz de internado y enfermera jefa de pabellón psiquiátrico.

Rosa es la duda que mas duele. Es aquella con la que no estas seguro de estar haciendo las cosas bien, aquella que es frágil y te recuerda lo que puedes perder, qué y a quienes. Rosa siempre te saca a bailar un vals. 
Rosa es mayor, y te dice que debes tener cuidado, que tienes mucho que perder y que quizá lo estés perdiendo ya, y cuando la pisas, e intentas salir del salón de baile, y huir, ella te agarra fuerte, las demás se cierran en banda, y tú tienes que seguir bailando.

Todas caminan contigo, trabajan contigo, se acuestan contigo, van al hospital. Muchas se quedan allí, esperando al próximo mes, otras se acercan a hablarte de vez en cuando, otras se meten contigo en la cama, y alguna está en tus labios, manos, entrepierna y corazón al besar o ser besado.
La "Cabeza en llamas" hace la función de doble faro, te avisa de donde están las piedras del acantilado que te espera, pero a su vez te deja verlo bien, lo suficiente para darte cuenta de que es imposible de esquivar, de que eres una barcaza de vapor con la maniobrabilidad de un petrolero y la velocidad de un torpedo soviético.
Cuando lo normal no es más que oír los pasos de estas dudas que forman tu harén, la "Cabeza en llamas", tu propia cabeza encendida por un torrente de sentimientos que va y viene sin control, te deja mirarlas a los ojos y leer y oír sus palabras.
Y en ese momento es en el que te das cuenta de que van a seguir contigo toda la vida, hagas lo que hagas y pase lo que pase.
A Rocío la cogerás en brazos y le enseñaras los lugares dónde viajes.
A Paula te la follaras hasta que no puedas más, una y otra vez, y le demostraras que eres y puedes ser el que eras, en un bucle infinito de camas destrozadas, empapadas y llenas de gemidos y buenos momentos.
A Lucía has aprendido a esquivarla y devolverle los golpes, oyendo las voces de muchos que te avisan de cuando el martillo se precipita a tu cabeza, corazón o testículos.
Con Ainara seguirás jugando una partida interminable de algún juego que requiera paciencia y concentración mientras la muerte arbitra o sirve las cañas con las que le intentarás quitar hierro.
A Manuela, algún día, la matarás a sangre fría, de manera implacable, y la echaras de comer a los perros.
Y con Rosa bailarás hasta que la banda deje de tocar.

Todo mientras la "Cabeza en llamas", tu cabeza, quemándose minuto a minuto, sigue iluminando un camino que por razones que escapan a tu control has tenido que recorrer.


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