14.3.13

Sexo, limitaciones y pastilleros de Muji. / 1 año, 15 días.


(Explícito, leer con precaución)

Muchos de los que me leéis sois enfermos de cáncer, familiares, parejas o amigos de uno. Otros no tenéis ni idea de lo que voy a contar, ni os lo imagináis.
Una parte muy importante de mi vida, de la de todos si somos sinceros, es el sexo. El sexo es liberador, divertido, intenso, emocional y emocionante, necesario. Al menos para mí. Pero también es aterrador, estresante y uno de los momentos en los que más cuenta te das de todo lo que has cambiado.
El cáncer te cambia, por dentro y por fuera, te moldea, te destruye y te limita. En muchas cosas a mí me ha hecho mejor, más decidido con algunos temas, en otras me ha hecho peor, más irascible, con menos aguante para gilipolleces, mucho más selectivo con algunas cosas, como en lo referente a la gente con la que tener algún tipo de relación, sobre todo en lo que al sexo se refiere.
Voy a hablar desde una perspectiva muy personal, no quiero generalizar, porque ni todos los pacientes somos iguales, ni todas las personas disfrutamos con lo mismo, ni las secuelas son equiparables. En este caso no puedo pretender ponerme en la piel de una mujer con cáncer de mama o de alguien que haya salido del hospital mucho peor que yo.
Mi enfermedad me ha cambiado mucho físicamente, los que me conocéis quizá no lo notáis, no como lo noto yo, sólo estoy un poco más delgado, aunque perdí veinte kilos en el hospital, ya he recuperado diez, veo en el espejo un cuerpo que no me corresponde, con un tubo de plástico que sale del pecho, con estrías donde no las había, un injerto de piel que no termina de estar como la piel original, limitaciones que no tenía, unas piernas más delgadas que no me permiten correr como antes, unos brazos más débiles que no me permiten levantar el mismo peso. Pequeños cambios en la piel, en las manos, debilidad, fragilidad.
Soy un tipo de 1,93, peso 93 kilos y muchas veces me siento como si fuese un viejo de 80 años, pequeño y escuálido. Débil, inseguro, torpe. Otras veces soy el puto rey del mundo. Subidas y bajadas de intensidad. Una constante pérdida de la realidad objetiva.
Siempre fui una persona muy segura de mí misma en lo que al sexo se refiere, siempre me he sabido bastante hábil, no el mejor follador del mundo, pero sí lo suficientemente bueno como para complacer a una mujer que me guste, que me interese. Me gusta mucho el sexo. Entre las piernas de una mujer es uno de los sitios dónde me siento más seguro de mí mismo, más en control, disfrutando y haciendo disfrutar. Pero eso ahora se ha empañado un poco.
Cuando sales del hospital de pronto eres más débil, toda la fuerza que tenías, con la que podías aguantar más tiempo y hacer determinadas posturas, ya no está. Te cansas antes. Dominas menos la situación y de pronto el tamaño y la fuerza con la que siempre jugaba, no está. Tienes las defensas más bajas, puedes pillar cualquier cosa mucho más fácil y de una manera más peligrosa que cualquier otro, lo que hace que tengas miedo. Y tener miedo es lo peor que te puede pasar cuando tienes a una mujer impresionante en tu cama, desnuda, mirándote a los ojos y sonriendo. El miedo no debe ser una opción, pero ahí está.
Si tienes pareja estable es todo mucho más fácil, el amor, la comprensión, la seguridad, lo hace todo más fácil, te sientes arropado y puedes volver a aprender a follar. Con calma.
Lo malo es cuando te sueltan al vacío, en caída libre y conoces gente interesante que se interesa por ti, pero no sabe tu historia. Ahí, en mi opinión, te la tienes que jugar. Yo creo que bastantes limitaciones ya tengo y que si, con perdón, el coño merece la pena, a por él y punto, autolimitarse es una estupidez. Eso es así. Pero sigues teniendo miedo.
Así que te enfrentas a tus nuevas limitaciones con valentía, tienes una mujer interesante delante de ti, que te besa, labios nuevos, que sonríe, que no te conoce antes de la enfermedad, tábula rasa, lienzo en blanco, un cuerpo nuevo que explorar, el tuyo y el suyo, nuevos olores, sabores, sonidos, y tienes miedo, pero un beso largo, húmedo, blando, nuevo, te los quita de un plumazo. Te tiras a una piscina de fluidos, de pliegues, de posibilidades y riesgo. Y disfrutas del chapuzón.
Yo tuve la suerte de tener alguien a mi lado durante toda mi enfermedad, una mujer paciente, preciosa, comprensiva y a la que sabía hacer disfrutar y con la que disfrutaba. La perdí, ella quería algo para su futuro que yo no podía darle, cosas que pasan. Así que me quedé soltero, justo en el momento en el que empiezo a estar más recuperado, con más fuerzas, más ganas, y contra todo pronóstico conozco a alguien que merece la pena y me la juego y entonces vuelvo a tener 15 años y a follar casi por primera vez. Con una desconocida, a la que le cuento mi historia, mis limitaciones, mis mierdas y no sólo las entiende sino que es paciente y tiene cuidado y empatía y me sorprendo dejando de tener miedo y viendo que no es todo tan superficial como yo creía que iba a ser. (Siempre pensé que al saber mi historia una mujer desconocida pondría tierra de por medio, porque es un marrón que entiendo que no se quiera comer).
Y me ha costado un año no tener miedo, aunque a veces golpee como un mazo en mi nuca y se ría de mí en mi puta cara, el miedo ha desaparecido casi siempre.
Pero hay algo que siempre te recuerda lo enfermo que estás, y aquí viene lo oscuro de todo esto.
Te desnudas y te cuelga un catéter del pecho, que siempre está en medio. Tus pastillas, siempre que te tomas las ocho de por la mañana, la del mediodía o las cuatro de por la noche, te miran a la cara y te recuerdan que tienes un sistema inmunológico deprimido que no te defenderá como a los demás de lo que puedas pillar que vas a estar cansado por la cortisona que un herpes te puede comer entero en un día que una bacteria te puede destrozar la vida otra vez. Y en cuanto te las tragas y oyes esa voz a tu espalda que te dice que le encantas y que vayas a la cama otra vez, el miedo desaparece y una vez más que sea lo que Dios quiera que yo voy a echar un polvo.
Con el catéter tendrás cuidado por los tirones y demás, o te pondrás la camiseta, aunque sea un bajón. Con el injerto de piel, lo hidratarás cuando duela y serás paciente. Con la debilidad y el cansancio, ya descansarás luego, harás ejercicio, irás ganando masa muscular poco a poco y cada vez follarás mejor.
Usarás protección, intentarás que la persona con la que estás sepa lo que pasa, la honestidad es muy importante en esto, es quizá lo más importante. Vas a correr riesgos, pero muchas veces merecerán la pena y si todo está medio controlado no tiene porqué pasar nada.
Soy una persona muy abierta a la hora de hablar de sexo, no creo que sea un tema tabú, es algo natural y necesario y a un enfermo, a alguien con inseguridades como las que arrastramos algunos de nosotros, un buen polvo, uno de estos que acaban con explosión y dominación mundial, con orgasmos y carcajadas, uno de estos te puede arreglar la cabeza bastante, devolverte las ganas de todo y quitarte el miedo y las mierdas. Mierdas y miedos que volverán y que a golpe de pelvis, morreos y pechos turgentes (o pequeños, esto ya va por gustos), se irán otra vez a la mierda. Para volver y volverse a ir y así en un ciclo infinito.
Y un mal polvo, aunque te puede hundir ligeramente, se arregla con otro buen polvo.
Yo necesito el sexo en mi vida, no sé si es bueno o no, lo necesito para mantenerme cuerdo, para ser féliz y sentirme completo, tengo que acostarme con alguien de vez en cuando, es una interacción necesaria que creo que en algún momento todos buscamos.
El sexo es personal, intenso, íntimo, divertido, liberador, gratificante. El sexo es una de las mejores cosas que hay. Comer y follar, ya os lo decía en otro post.
Releeo el texto que he escrito, rápido y poco concentrado. En cuanto empiezo a escribir sobre sexo, empiezo a pensar en ello y se me va la cabeza. Me doy cuenta de que es un poco contradictorio. Porque el sexo me da miedo, pero me da la vida también. Porque me hace sentir inseguro, pero me da seguridad en mí mismo cuando veo que aún soy capaz de hacer disfrutar a una mujer. Porque es un riesgo y eso lo hace a veces más intenso.
He salido del hospital cambiado, mental y físicamente, con mil limitaciones que no tenía, con mil pastillas, con menos fuerza, más responsabilidades y miedos. Pero también con más ganas de vivir y una parte importante de vivir es el sexo.
Y follar amigos, follar es vivir.



4 comentarios:

  1. Te entiendo perfectamente y se agradece que hables tanclaro de este tema...cáncer de mama...ya no tengo una...soy soltera....sexo? volveré a tenerlo? sabré volver a hacerlo???...jajaja

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    1. Edurne, no me cabe ninguna duda que lo volveras a tener, que lo sabrás hacer, y que LO VAS A FLIPAR cuando eso pase.
      Ya verás.
      A mi por lo menos me surgió de manera totalmente natural y aunque las primeras veces pase un poco de miedo-palo, ahora es tremendo.
      :)

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    2. Jejejeje....bueno como doña menopausia me ha venido a visitar....y piensa quedarse una buena temporada...mi líbido ya no es lo que era...así que no se me hará tan duro...pero muchas gracias por lo ánimos!!!! el día que vuelva a ligar y acabe flipando....sonreiré porque me acordaré de tus palabras!!!!!

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