17.12.12

Pequeña aproximación a la muerte / +297


He pensado mucho en este post, en cómo empezarlo, cómo llamarlo, cómo lidiar con un escrito que en algún momento tenía que hacer.

La muerte propia, la que me mira a lo lejos, y a veces se acerca a susurrarme al oído, aquella que me dio la mano unos días, una vez, y que miro por el rabillo del ojo, con esta muerte sé lidiar, sé qué hacer, vivo con ella, estoy preparado, tengo la certeza de que llegará algún día, tarde o temprano.
Ella no es el problema.
El problema es la muerte ajena, aquella que les llega a los demás, a los que están a mi alrededor, con ésta no sé qué hacer, no sé cómo actuar, me bloquea, me hace sentir impotente y pequeño.
La muerte ajena, siempre es injusta, no importa de quién se trate o la causa, quizá por causas naturales (vejez) sea más fácil de comprender y sobrellevar. Pero siempre nos golpea de alguna manera.
Hace poco murió una persona que me había ayudado cuando yo lo pasé mal en el hospital, una persona que llevaba mucho tiempo luchando, nunca la conocí en persona, y por lo poco que pude interactuar con ella, siempre a distancia, era una mujer grande, enorme, y que no lo merecía.
La conocí por medio de  alguien a quién por una cosa u otra, o sólo por no saber cómo, vergüenza quizá, no he llegado a conocer todo lo que debía, pero espero poder remediarlo. 
También alguien muy cercano, una muy buena amiga, está pasando un mal momento, por la pérdida de un familiar, y no sé cómo actuar.
No ha sido justo, nunca es justo.
 Yo siempre he tenido una visión muy pragmática de la muerte, como ya he dicho antes, vivo con ella, con la incertidumbre y la certeza a la vez, una relación extraña,  no le tengo miedo, no me bloquea, ni me hace vivir de manera diferente, sólo está ahí, como una sombra.
Pero no es hasta hace bien poco que me he dado cuenta de que mi visión tan pragmática, tan racional, sólo la puedo aplicar a aquella que camina conmigo, no a las que sufren los demás, porque cada uno cargamos con nuestra propia idea, nuestra única manera de sentirla y de vivirla.
Y en lo que a comprender a los demás en este tema se refiere, mi sentido de la empatía se bloquea totalmente, por puro miedo, por el dolor que la otra persona sufre, porque me hace mirar a la cara a algo que sé que está ahí pero que no suelo mirar, porque no quiero herir más a la persona diciendo algo estúpido, porque no lo entiendo, porque es algo incontrolable, y porque no sé qué hacer.

La muerte es algo sin duda inevitable, algo que a todos nos llegará, y en nuestro fuero interno creo que todos, o casi todos, estamos preparados. Lo que supongo es que a vosotros, como a mí, os cuesta mucho mas aceptar y entender la muerte de los demás.

Sobre todo si es inesperada, antinatural e injusta.

4 comentarios:

  1. deberíamos saber hablar mas de la muerte en estos términos, quitarle el tabú y aceptar que no somos inmortales... quizá así, realmente siendo conscientes de que la VIDA es un segundo, sepamos valorarla como tu lo haces y no tener miedo.

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  2. Estoy de acuerdo en qué no hay qué tener miedo a hablar de la muerte y mucho menos cuando eres un superviviente y puedes concienciar a los demás qué estamos de pasó y cada día es un regalo.
    La templanza y tú saber estar durante todo tú tratamiento ha sido una lección de vida para mí,y tengo grabado a fuego,tus conversaciones,tus silencios y como te preocupabas de qué se establecietan turnos para qué todos descansaran.
    Te quiero mucho sobri,
    Tú tía Patricia

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  3. Tienes razón,la muerte ajena es difícil de digerir y aceptar.Para los creyentes seguro que será más fácil,yo tengo grandes dudas de lo que existirá después.
    Está claro que nadie estamos preparados para la muerte de seres queridos,mi humilde opinión es que cuando eso ocurre,parte de nuestra esencia se va con ellos y seguimos viviendo siendo diferentes.
    Pero también es muy duro aceptar la propia por eso te admiro,porque tú ya la has plantado cara y las has mandado al garete.
    Un abrazo

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  4. hablemos de la VIDA en el siguiente capítulo!!! FELIZ AÑO q va a ir mejor q ninguno ya verás.

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