16.7.12

Supervillano / +147

Mientras salía a la calle no podía dejar de pensar en lo que había leído en la prensa, parecía que todo subía, mientras todo bajaba, y que esa brisa que le enfriaba las mejillas empezaba a colarse por entre las nalgas al notar como el gobierno le había bajado los pantalones una vez más.
Las calles parecían más grises, el sol picaba como siempre en estos meses a medida que la mañana daba paso al mediodía, pero con cierta ausencia, como si también estuviese pensando en otra cosa. Sol estaba desierto de gente con algo de cabeza, solo visitantes descerebrados,  o con el cerebro derretido por el sol, de carnes rosadas tirando a rojas, daban algo de vida al centro de la que, por el momento, era su ciudad, o al menos la ciudad en la que residía.
Había restos esparcidos por el suelo, plástico quemado, papeles, manchas rojas, pequeñas, como gotas de momentos olvidados por quienes los tenían que mostrar, restos de una batalla que como un árbol en un bosque desierto nadie escuchó retumbar. 
Excepto los miles que estuvieron allí, aunque la mafia se empeñase en negarlo.
Siguió caminando calle arriba, sabiéndose protegido por su campo de fuerza, Delial 50+, unas zapatillas cómodas, como botas todo terreno, le abrían paso, camisa de manga larga y tejido fino y pantalón corto, mostrando las piernas que habían quedado algo mermadas pero que seguían cumpliendo su función, más o menos.
Iba distraído, así que no oía las ofertas de sexo salvaje que por un módico precio le ofrecían media docena de mujeres jóvenes a ambos lados de la calle, quizá también ayudaban a la desconexión los cascos con música de la última lista de reproducción que había hecho esa mañana. 
Eso y el primer atisbo de su plan de acción.
Desde hace unos meses lo venía pensando. Siempre que se enfundaba la mascarilla protectora, ese muro anti agentes infecciosos portátil que se acoplaba a su cara casi a la perfección -pero que empañaba sus gafas-, y que la marca 3M le proporcionaba para poder mantener una libertad relativa; algo cambiaba, al mismo ritmo que su mundo sufría una pequeña transformación.
Todo el mundo le miraba más, pero a su vez desviaba la mirada, lo que le proporcionaba unos segundos de incertidumbre dimensional: estaba sin estar.
El efecto dramático de sus peticiones era de una intensidad insostenible para los sanos a su alrededor. No existían las colas, no más esperas, siempre el primero, siempre el más rápido, siempre inocente. Y lo más importante, combinado con las gafas de sol y la gorra, el anonimato era total.
Un mundo lleno de posibilidades.
De este modo entraria en la oficina de la entidad bancaria más cercana
Con gorra y gafas era el mal encarnado, un torbellino de demandas. Pistola en mano era Dios, un Dios vengativo, pero justo. Recuperaría lo que le habían robado, lo grabaría en una cámara que llevaba colgada del pecho en un arnés, y lo difundiría, esa era la manera de recuperar lo que debía ser suyo una vez más, ya que nadie se lo iba a devolver.
Sin la gorra y las gafas, sólo con la mascarilla y mostrando la cabeza ausente de pelo, era un desvalido, un enfermo, un paria, alguien a quien los más tiernos de los corazones se inclinaban a ayudar.
De este modo robaría, sin ser visto, o al menos sin ser apercibido, se apropiaría de todo lo que quería, sin desembolsar un duro, ni un céntimo salido de su tarjeta pagaría los caprichos de los siguientes meses. Siempre en grandes superficies, siempre a aquellos que él creía lo merecían, sería un abusador, pero tenía un código moral, laxo y propio, pero justo.
Todo era perfecto. Él iba a ser su propia ley, su propio amo, gobernador y Dios, impune y embriagado por el poder de la mascarilla y el anonimato.
Hasta que el médico decidiera que el momento de respirar sin restricciones había llegado, su vida seguiría el sendero de la delincuencia.

A esto se había visto empujado.  

Pobre.



La idea de una vida condenada al delito.
Una médula donada que es un arma de doble filo.
Un rebelde con causa.
El mal encarnado.

7 comentarios:

  1. Los encargados del marketing de la peli a '3 metros sobre el cielo' decidieron, tras una serie intensa de reuniones, hacer como merchandising unas mascarillas.

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    1. Esos si que son unos cabrones. El mismísimo eje del mal.

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  2. si consigues algo yo me apunto, que todavía me quedan mascarillas y gorros. Bss con neupogen. Por cierto, como es que vienes a Barna y no avisas, eh!!! muy mal!!!

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    1. Ueee podemos hacer una banda de atracadores de bancos!
      La próxima vez que suba a Barna que será pronto pronto, te pego un toque y hacemos planes de maldad.
      Un abrazo!.

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  3. Te robo una mascarilla, gorra tengo, y gafas que me ocultan la cara. y sobre todo tengo rabia, mucha rabia, tanta, que puedo entrar también en esa espiral. lo hablamos y lo montamos, además conozco una sucursal bancaria bastante asequible... Ya lo sabes, contigo hasta donde puedas llegar.

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  4. Hola Manu...he oido hablar de ti, sobretodo Janire me ha hablado mucho de ti, de tu trasplante, de su exito y de tu fortaleza. Acabo de ponerme al día con tu blog...Asique...encantada de conocerte!

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    1. Bueno pues es un honor, que Janire de buenas referencias, y que tu andes leyendo por aqui.
      Es un placer conocerte a ti tambien, a Nora y a Nacho.
      Mucha fuerza y suerte, no tengo ninguna duda de que todo va a salir bien.
      Un abrazo!

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