10.7.12

Las ratas de la Barceloneta y otras cosas que tanto se echan a faltar. / +140

Y de pronto algo salta, y ya no es sólo un deseo, sino un ímpetu.


Saco el coche del taller y con una idea rondando por mi cabeza me propongo un viaje poco probable. Estamos a martes y quiero irme, necesito irme, este fin de semana a Barcelona.

Con esta premisa me dispongo a preguntar a las tres autoridades que rigen mi destino más inmediato.

La primera, el mecánico, el hombre en cuyas manos está mi medio de transporte, del cual depende la posibilidad motriz del desplazamiento.

- Bueno, aquí tiene el coche, hemos cambiado el regulador y ya va todo perfecto.
Y con una sonrisa acerca la factura a las manos de mi padre pagador, una minucia, 460 euros, nada, una tontería (suputamadremenudofacturón).
Pensando en el futuro desplazamiento, y sin pensar en la ruina personal, me lanzo a sus brazos.

- Oye, ¿cómo ves el coche para un viaje ida y vuelta a Barcelona?
Le miro con ojillos seductores, le cojo de las manos y hago morritos (que no se ven por la mascarilla). 

- Pues mira, el coche está estupendo, te puedes ir a donde quieras con él.
Dios bendito, ahora sí que estoy enamorado de este hombre.
Con el coche a punto y con mi plan de acción ya trazado, publico la noticia en Facebook (red social muy útil para algo así) buscando alguien que me salve de la ruina total del viaje en carretera. Dos grandes mujeres salen al rescate, se unen a la causa y me dan amor y compañía en lo que ya se prevé un viaje de despiporre y reconexión.
La segunda autoridad, o mejor dicho LA MÁXIMA AUTORIDAD, el señor Don Doctor, me espera el miércoles en la consulta, con mis análisis en una mano y mis sueños e ilusiones en la otra. Después de un tenso pulso que va de la siguiente manera me da el sí definitivo.

- Doctor, ¿cree que me podría ir a Barcelona este fin de semana en coche?
Estoy asustado, sudando, casi pesimista, y con los pantalones recién subidos de la rutinaria expedición médica a mi ingle. Dignidad intacta, eso sí.

- Bueno, a Barcelona y a donde tú quieras, que ya es hora de que te muevas un poco y nos dejes tranquilos. Y no te quiero ver por aquí hasta dentro de tres semanas.
Y con semejante y dulce patada en el culo, salgo de la consulta más contento que unas pascuas y con la bragueta bajada.
La tercera autoridad, la que me da sustento emocional y económico, así como un techo donde quedarme, la paterna, habla antes de que yo pregunte.

Formato guión (más o menos):


EXT DÍA / HOSPITAL GREGORIO MARAÑÓN.

Una madre y su hijo salen del hospital de la zona de Consultas Externas. Ella es rubia de unos 55 años, ojos verdes, con el físico de una joven de 40. Lleva un vestido blanco, ancho, de aspecto cómodo. Él es alto y delgado, apuesto, todo un hombre, de unos rasgos increíbles, como esculpidos en mármol, con una barba de una semana muy varonil, un poco Don Draper, pero con más estilo, algo más desgarbado. Lleva una camisa de cuadros azul que le sienta como un guante y unos tejanos largos, algo estrechos, que le marcan unas piernas de infarto. Se quita la mascarilla y mira a su madre.



HIJO
Madre, me quiero ir a Barcelona el fin de semana con A. y E. ¿Qué me dices?


La madre le mira fijamente a los ojos. Sonríe.



MADRE
Que te vayas ya de una vez que nos tienes hartos hijo mío, que eres un pesado y va a ser un descanso para tu padre y para mí.




Así pues, con las tres autoridades convencidas, el corazón a mil por hora, dos grandes mujeres en mi coche, que responde como nunca me había imaginado, y muchas muchas ganas, me he ido a Barcelona este fin de semana.
Y ha sido una pasada.


Volver a una ciudad que siento como propia, ver a una gente que siento como mi familia y respirar un aire (en ocasiones filtrado por la mascarilla) que, pese a la polución, me ha parecido más real que todo el que llevo respirando este último año. Compartir cama y besar, hablar de proyectos jugosos de trabajo, reírme de las bromas absurdas que siempre se cuelan en las conversaciones, dar abrazos, compartir momentos de emoción ajena y vivir en primera línea el grandioso final de la carrera de una de mis mejores amigas, a la que llevo viendo evolucionar desde el primer día que comimos en el comedor de la escuela creando frutas absurdas.
Y mil momentos más, comprimidos entre el jueves y el lunes y sin tiempo para verlos a todos y acompañado por alguien que lleva 13 años a mi lado y que me ha visto en los mejores y los peores momentos.
Ha sido agotador, sinceramente, sois unos pesados. Pero hay que quereros. Eso es así. Estar de nuevo donde no me había dado cuenta que quería tanto estar, me ha hecho decidir por fin, y en claro, que vuelvo, ya mismo, en cuanto mi agente de la condicional me lo permita, que me voy, que os dejo en Madrid pasando calor y frío, y me voy a tierras catalanas. Que a los de Madrid os quiero muchísimo, y os echo de menos cuando no estoy, y que a mi familia de verdad, la de sangre, siempre la llevo cerca, esté donde esté, pero que mi vida, la que tengo que montar yo mismo, con la que cuando se me pase la emoción me tendré que pelear, no siento que esté aquí.

Vamos, que me largo y que aquí os quedáis. Hoy no, mañana. Pero me voy.






1 comentario:

  1. :____(

    Espero que los próximos 13 sean sólo de cosas buenas!

    A.

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