6.4.13

Sobre el desplazamiento temporal en un espacio cerrado./ 1 año 37 días.

Imáginate que estás metido en una conversación con tus amigos, una de esas conversaciones en las que estás participando, haciendo comentarios brillantes, bromas, siguiendo el hilo, entendiéndolo todo, disfrutando.
Es una conversación cómoda, casi planeada, estabas preparado, controlas la situación y te manejas con total soltura.
Ahora visualiza un gancho enorme, como aquellas máquinas de juguetes con un brazo articulado y una garra que se cierra en torno a algún osito de peluche mal cosido, una de esas que suelen fallar y soltar el premio en mitad del viaje. Reluciente, metálico, frío, te agarra por el pescuezo y te levanta del suelo, te aleja del grupo de gente, cada vez son más pequeños, ellos miran, tuercen el gesto, alargan el brazo pero no lo suficientemente rápido, te agarran de los pies, hacen fuerza en sentido contrario, pero ni con la gravedad como una  fuerza más consiguen mantenerte en el suelo, así que continúan con la conversación.
La enorme garra metálica te coloca en un espacio acristalado un pequeño cubo con paredes gruesas y una pequeña ventana desde la que ves lo que ocurre fuera.
Tu grupo de amigos continúa con la conversación, pero no les oyes con la suficiente claridad, no terminas de entender lo que dicen.
Además de la distancia con ellos, las paredes de tu cada vez más pequeña pecera son demasiado gruesas como para que el resto del mundo penetre y llegue a tus oídos sin distorsión. Notas que te faltan las fuerzas, el aire, cada vez tu cerebro se va apagando un poco más, durmiéndose, se ablanda, no te das cuenta del todo porque ya estás casi totalmente fuera de la realidad. Tu linea temporal es otra y la conversación ha seguido sin ti.
De pronto las paredes de la pecera se abren, cuando más cansado estás, cuando la gente a tu alrededor parece que habla otro idioma, abren las puertas y ves la luz del sol directamente, sin filtro. Entonces el gancho te devuelve al centro de la conversación, cambiado, perdido y adormilado, vuelves a intentar coger el hilo, a recuperar la frescura, el ritmo. Parece que estás en otro país, tú gateas mientras los demás corren.
Entonces te levantas, alzas la voz, intentas correr también, te caes. Repites. Los otros no paran. El ciclo se repite una vez más, esta vez no te caes, no gateas, pero vas despacio, y los demás siguen hablando, siguen creciendo, y tú vuelves a caer, y esta vez te levantas más erguido.
Pero no es suficiente.
Y quieres más, lo quieres todo. Ahora.
Repites.
No es suficiente. Ahora, todo, en el momento, quieres más.
Vives todo con intensidad, no mucha más que antes porque siempre has estado un poco desquiciado, siempre has sido un animal,  sigues disfrutando, pero ahora siempre desconcertado un poco a remolque.
Cada vez entiendes un poco más de lo que se habla a tu alrededor, vas tarde y lo sabes, pero vas comprendiendo qué es lo que pasa.
Hay quién se para a explicarte las cosas, ""lo en-tien-des?", te hablan alto y despacio. Y tú lo entiendes, claro que lo entiendes.
Repites.
Y quieres más. Lo quieres todo ahora.
No es suficiente.
Los demás siguen corriendo, tu trotas. Los demás hablan, tú escuchas.
Repites.
Y quieres más. Y nunca es suficiente. Todo, ahora, ya.
Repites.
Y cada vez estás más cerca.

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