14.8.12

El ruido y la furia / +173

Hay días en los que te despiertas con una especie de niebla en la cabeza.
Un ruido blanco que lo ocupa todo y que no te deja pensar con claridad, como si te hubieses puesto delante de los altavoces en un concierto y no consiguieses oír a quien tienes delante de ti.
Vas al baño, lavado de cara, mirada en el espejo - estas horrible por las mañanas - te lo dices a ti mismo sin mucha convicción, en los días buenos te encuentras irresistible con la legaña matutina.
Sales y vuelta al cuarto, te pesas, te pones pantalones y llegas a la cocina, demasiada gente, muchas voces, preguntas, movimiento, mas del que puedes procesar. Gruñes algo, tuestas las rebanadas de pan, preparas las medicinas y te sientas.
El ruido sigue, pero ahora lo notas a picos, subidas y bajadas de intensidad y volumen, y una sensación rara en la espalda, como ardor.
Terminas el desayuno, vuelves al cuarto, mientras piensas en lo que has soñado, lo que ha encendido la radio sin sintonizar en tu cabeza.
Lo recuerdas vagamente. Ha sido una mierda, y hace demasiado calor para dormir bien por lo que el sueño ha sido una locura de desnudez y asesinatos en piscinas paradisiacas en Leganés que no quieres recordar.
La ropa limpia en tu mano huele bien, vas hacia el baño, sin recordar que tu familia sigue en la cocina por lo que pasas en calzones por delante, y esta vez das los buenos días.
El ruido sigue.
Música en la ducha.
Agua fría, y cantas y el ruido muere un poco, pero sigue ahí, como una interferencia rara.
Limpieza de catéter, hidratación en cuerpo contra lo que pueda pasar por el EICH, mirada al espejo otra vez -estás horrible después de la ducha- te lo dices y esta vez si que no te lo crees, pareces todo un Don Drapper  calvo y con barba cuando sales de la ducha con la toalla en la cintura.
Con el ruido otra vez en la cabeza sales del baño.
Crema y gafas de sol, llaves, música, mascarilla, un libro y un paseo largo, una hora, cada mañana.
El ruido se está convirtiendo en furia, y notas como sube por tu espalda, pica, te molesta. Los recuerdos se amontonan, las ideas se entrecruzan, se ensucian unas a otras, y cada vez te enfadas mas.
La gente se pone en medio, lentos montones de grasa delante de ti que se mueven despacio como llevados por una corriente que no existe.
Odias a todo el que puedes ver.
Odias a todo el que puedes recordar.
Lo odias todo. Y de pronto te comerías un oso entero, por decir algo.
Oyes mas ruido, y no sabes por qué pero quieres gritar, notas tu corazón en las sienes, el picor que sube por tu médula espinal. Si pasa de la nuca y llega a la cabeza sabes que te va a picar todo el cuerpo.
Te sientas, pides un te, abres el libro, bebes un sorbo, odias al camarero, odias el libro y el te insípido que te estas bebiendo, la silla en la que estas sentado, el bar que has elegido, la ciudad en la que vives y te odias un poco a ti mismo por odiar.
Ya no oyes el ruido, porque el ruido eres tu, refunfuñando, -voy a ser un viejo insoportable- y esto si que te lo crees porque incluso en tus días buenos refunfuñas por casi todo.
Has perdido el zen en algún sitio, odias la palabra zen y a todos los que la usan.
Como el karma, también lo odias, y a los que hablan sobre ello.
Pones el volumen lo mas alto que puedes, y cierras los ojos detrás de las gafas de sol, respiras hondo, pareces idiota y la gente te mira raro, pero como les odias a todos todo te da un poco igual.
El ruido va desapareciendo poco a poco, con cada respiración la música suena más clara, más limpia.
El calor y el picor también se desvanecen poco a poco, notas como bajan por tu espalda, por el mismo lugar por el que han subido.
Te permites el lujo hasta de sonreír un poco. Una mujer en una mesa delante de ti, una mujer horrible en muchos sentidos que no quieres analizar, está interpretando la sonrisa como insinuación.
Pides la cuenta.
Al volver por otro camino, con otra música, sin el ruido, ni el picor, con un poco de brisa que hace que los 36º a las once de la mañana sean algo mas soportables, notas que sin el ruido, no hay picor, ni odio, ni malas ideas.
Matar a todo el mundo de manera indiscriminada es, efectivamente, una mala idea, o al menos una discutible.
Compras el pan, hablas con Paquita, Conchita y las demás "itas" de la panadería, y vuelves a ser un hombre normal, por el momento. Hasta que le gritas a tu madre o a tu hermana o al perro del vecino o a las nubes con un bastón en la mano.
Y vuelve el ruido, y la furia, y el picor y a tomar por el culo todo joder.

Y esto amigos es lo que le hace a alguien como yo tomar corticoides durante dos meses y llevar tres días sin ir al baño.

4 comentarios:

  1. Muchos con mucho menos ya consiguen el mismo efecto :O

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  2. Juas!!! te juro que estaba leyendo y pensaba preguntarte por la cortisona. Nene lo has clavao. A mi me daba un subidón tan grande que tenía que irme a tomar por culo porque mi casa me parecía un lugar claustrofóbico. Los cortis son geniales y terribles por igual.

    Yo le dije a Granell que me bajara la dosis que no me aguantaba ni yo. Y se meaba de risa. Igual que la locóloga cuando le contaba todo lo que hacía con el subidón de la cortisona. A veces creo que nos dan cortis pa reírse un rato.

    Yo de joven soy insufrible así que si llego a vieja voy a ser cascarrabias total.

    Cómo te entiendo.

    Bss con neupogen

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  3. El otro Manu está igual, con la diferencia de que ya le gustaría llevar tres días sin ir al baño...vive allí. En serio, le falta poner un colchón para evitar las carreras hacie el baño. En las siguientes olimpiadas tendrá opción a medalla.
    Los cortis os convierten en una mezcla de muñeco diabólico y la niña del exorcista. Pero bueno, se os permite porque os hacéis de querer.

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  4. Sobri,si te sirve de consuelo yo tengo días en los que me identifico con una brujilla y sin tomar corticoides,no quiero ni pensar como estaría si los tomara...Disfrutad mucho en Asturias y sigue haciendo fotos,son preciosas.
    Besazos de los cuatro
    Tu tía patri

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