Antes cuando el fuego no quemaba tanto,
cuando todo era un poco más gris y los días pasaban mucho más
despacio, me resultaba impensable llegar a disfrutar otra vez de
cosas que estoy disfrutando hoy.
Antes, hace algunos años ya, los
conciertos, las salidas, los bares, conocer gente nueva, no era nada
especial, era rutina, lo que hacemos todos, por supuesto que lo
disfrutaba, como el que más, pero no era nada especial, al menos no
tan especial.
Ayer fui a un concierto en La Central,
en el sótano, un espacio que hace las veces de bar, coctelería,
sala de conciertos, se llama, en un alarde de originalidad, “El
Garito”. Es una cueva pequeña con las paredes de ladrillo, tres
arcos que separan los espacios, una tarima pequeña, muy pequeña
como escenario, una barra estrecha al fondo de la sala y con un
aforo, cómodo, para 60 personas.
Tocaban Incendios, un grupazo,
escuchadlos. Son amigos de amigos, de hecho ocupo la habitación de
uno de ellos que ha emigrado a EEUU en la casa a la que me acabo de
ir a vivir, son de esa gente que sabes que va a pasar de vez en
cuando por casa y agradeces que así sea.
Su música crea unas atmósferas
complejas que crecen en el espacio y dentro de ti, con letras que
provocan sensaciones e imágenes muy bien definidas, unas melodías
que llenan cualquier espacio y forman paisajes, canciones que
callan salas o las hacen gritar, dónde hasta los que hemos oído su
disco una y otra vez, o los que ya los han visto y los conocen, se
quedan callados esperando el momento de acompañar con un murmullo
las potentes letras de Miguel Bellas, su cantante.
Ayer creí que iba a ser una noche
normal, como cualquiera, y si lo analizáis probablemente no os
parecerá nada del otro mundo, salí de casa, bebía algo vi un
concierto, volví a casa. La verdad es que he hecho mil cosas desde
que salí del hospital, llevo una vida casi normal, he viajado, he
salido “de fiesta” alguna vez, pero ayer fue diferente.
Ayer salí, a ver un concierto, por
primera vez desde que vivo otra vez en Madrid, es difícil de
explicar. Supongo que es un poco como acelerar de golpe y estar más
cerca del ritmo que lleváis vosotros, casi puedo estirar el brazo y
tocar el hombro de los que vais delante, casi puedo beberme una copa,
casi noto volver a estar en un bar, con amigos, bebiendo, riéndome,
o en un festival, o en un concierto, o incluso tocando en directo.
Casi noto que todo es normal otra vez.
Supongo que la música de Incendios
tiene algo que ver en todo esto, su disco salió justo cuando yo
estaba descubriendo algo, a alguien, y todas las letras me recuerdan
a decisiones y momentos de entonces. Letras que animan a arriesgarse,
“saltar sin red y sin mirar atrás”, a esforzarse y tener fe, “porque otros han pasado por aquí”,
que dicen que ahora estoy “mucho mejor, menos cansado” y con las que “sé
que todo va a salir bien”.
Ayer salí, os podrá parecer una
tontería, pero ayer salí.
Muy bueno...el concierto de incendios y tu texto. ;)
ResponderEliminarSaludos. Armando