Es como una bola de mierda caliente y
humeante latiendo dentro de ti, un nudo en la garganta, por muy
típico que suene, ganas de hacer algo y no saber el qué, una
sensación odiosa, pesada, gris.
Es un sentimiento opaco, no te deja
pensar con claridad, no sabes reaccionar, no sé cómo reaccionar.
Da igual lo que hayas vivido
anteriormente, da igual cuantas hostias te hayan dado, porque cuando
una de ellas te pilla de improviso, en ayunas, despistado y quizá un
poco vulnerable, la hostia te la llevas como si fuera la primera vez.
Aún no he comido hoy, sé que si como
algo lo veré todo más claro, el queso da la felicidad y no es una
amenaza pero tengo mucho queso en mi poder ahora mismo.
Hace que tu cuerpo parezca más pesado,
tu cabeza más lenta y tú te vuelves más hostil, menos razonable.
Podría matar a alguien con mis propias manos ahora mismo, pero esta
sensación seguro que me haría dejarlo a la mitad porque la desidia
y la tristeza siempre vienen juntas.
Me han dicho últimamente que no soy
demasiado empático, que soy muy didáctico y racional cuando alguien
me cuenta algo que le ha pasado, supongo que es parte porque
sentimientos como este, esta tristeza extraña, me cuesta mucho
compartirlos, porque casi siempre es irracional o no me creo con
derecho a sentirla.
Soy una persona muy sensible, no me da
miedo decirlo, los que me conocen bien lo saben, pero todos nos
guardamos cosas, yo uso el blog, en ocasiones, como vía de escape de
estos montones de mierda, si lo cuento aquí, si hablo de lo que
siento, no tengo porque demostrarlo en persona, ya lo habrán leído
los que lo tengan que haber leído.
El queso va haciendo su efecto,
endorfinas contra la tristeza, cabrales contra el dolor.
Todo está un poco más claro. La
sensación sigue ahí, pero ahora sabe diferente, huele diferente.
Voy a seguir comiendo, sólo quería
dejar aquí un poco de mierda.
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