El pan por las mañanas es cosa mía.
Yo les traeré el pan de cada día. Yo, con mis manos. Hay que empezar a pagar la deuda de gratitud para con mis progenitores.
Así que dinámico, dispuesto, con la ropa que me queda como nunca -oye, que sí, que lo de los 20 kg menos te deja un tipín veraniego fino fino -, protegido del sol todo lo que puedo: gorra, manga larga, crema en las piernas, gafas de sol para molar.
Todo a las 9.00 de la mañana en un barrio de Alcalá de Henares dónde aún no hay un alma a pie.
El sol, a cualquier hora, es bastante malo para alguien que haya pasado por quimioterapia, va a ser un verano sombrío éste... Comienzo a caminar, todo bien, la panadería está a unos 300 metros, así que ida y vuelta son sólo 600, sin cuestas, pan comido. 100 metros, vamos bien.
200 metros, ahí está, casi el 50% completado, me duele un poco el pie derecho, sigamos, llevo música de superación en los cascos, puedo con todo.
Panadería, modo mascarilla ON (había un fiestón de marujas hablando de un futuro corte de agua en el barrio, me asusté).
-Hola buenos días, ¿la última?- Me quito la gorra y las gafas de sol, saludo con la cabeza.
-Soy yo, pero ya estoy, joven.
Mirada rara de todas, silencio sepulcral. Me quedo unos pocos segundos más parado de lo necesario, una anciana, me coge del brazo, me acerca al mostrador, me mira. Por hoy la llamaremos Paquita.
-Ay, los jóvenes, qué poco os cuidáis. Anda majo, pide.
Perplejo.
-Gracias, mu... muchas gracias.
Sonríe.
-Me da una barra de leña, bien cocida, por favor.
-Aquí tienes, son 85 céntimos.
Saco cartera, abro monedero, miro dentro: 50 céntimos, solitarios, mirándome, los miro, me miran otra vez, la moneda ríe: “A ver cómo sales de ésta con lo colorao que ya estás majo” parece que piensa el metal.
-Puuuuuuuues me temo que sólo tengo 50 céntimos, ¿te puedo dar el resto mañana?
En ese momento, murmullos, gritos, alaridos, risas, y sonidos de miles, millones de monederos que se abren a la vez, un click elevado al infinito, y monedas en el mostrador de 10, 20, 1000 céntimos.
Risas.
Reúno los 85 de aquella lluvia destinada como poco a un rescate financiero digno de un banco. Y doy unas efusivas gracias, me quedo con la cara de las donantes (me donan de todo últimamente, soy un hombre muy afortunado).
Una me planta besazo en un recoveco libre de mascarilla.
-¡De nada guapo!- A ésta la llamaremos Conchita, para futuras referencias.
Me doy la vuelta, me despido emocionado, salgo andando, moral alta, esperanza por la humanidad muy arriba, vergüenza muy muy presente.
100 metros, con barra de pan, me duele el otro pie.
200 metros, ¡coño!, los gemelos.
300 metros, el Hogar, así, con mayúscula.
Me veo desde fuera y me doy cuenta de que voy andando así, más o menos, como el señor de la imagen pero en estampa de verano, atiendan: camisa de cuadros, gorra, gafas de sol, mascarilla aún en modo ON de lo deslocalizado que me encuentro después del momento panadería, y andares tontos.
El rey del barrio oye. Todo en media hora y una barra de pan de leña.
La imagen, de los grandisimos Monty Python."Ministerio de andares absurdos" de la serie Flying Circus y el video también, ale. |
jajaja....me ha encantado!! conquistando el corazón de las marujas. En una semana, el rey del barrio, nene!
ResponderEliminarQue vecinas más majas! Jajaja
ResponderEliminarGenio y figura. Ole por tí.
ResponderEliminarTu mejor post hasta la fecha! Me he reído con ganas!
ResponderEliminar:D
Seguro que a ellas las hiciste sonreír de lo lindo. ¡Vivan los rescates! (estos, digo) ;)
ResponderEliminarUn beso de martes